Sobe una chica:

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Tamaulipas, Mexico
Madre primeriza y escritora, con muy poco tiempo libre pero que le gustan las manualidades.

martes, 29 de octubre de 2013

1* Rusia

Rusia y su asquerosa belleza.
Mientras el avión llegaba a la frontera de Rusia, sentía cómo mi libertad se alejaba, es más, sentí que mi libertad se había quedado en América. Después de tanto tiempo lejos, supongo que yo mismo había decidido que ya era hora de regresar a mis horribles raíces.
Me gustaba mi libertad; después de diez años de prisión en aquella academia, un poco de libertad fueron suficientes para mí. Y recorrí el mundo entero, cada rincón, cada lugar absurdo, e incluso los lugares bajos. Debía tener mi venganza.
Pero después de mucho tiempo de viajar, de aburrirme y de acostarme con un sin fin de mujeres, finalmente había decidido regresar a Rusia, lo más lejano de un hogar. Y claro, Voltaire estaba más que encantado de que regresara.
El día que llegué, me estaba esperando en el aeropuerto, junto a Nymphadora y Agatha Ifrah.
-Bienvenido a casa, hijo.- susurró Agatha extendiendo sus brazos hacia mí. La mujer de cincuenta y cinco años, pero estaba muy bien conservada, con la piel nívea y blanca como la cal, con arrugas distribuidas equitativamente en su rostro, delgada, de cabello rubio y ojos azules. Como todas las mujeres rusas.
caminé arrastrando los pies, y dejé que me abrazara y me envolviera con su perfume Channel.
-Es bueno tenerte en casa, cariño.- dijo besando mi mejilla.
-Gracias, tía Agatha.- me separé de ella y miré a Nymphadora. Si yo creía que Voltaire era un pedazo de mierda andante, su esposa no se quedaba atrás. Nymphadora Valentine era una mujer que rápidamente catalogaban como desalmada. En U.S.A. a ese tipo de mujeres se les llamaba: perras. Entonces, Nymphadora era una perra.
Rondaba los cincuenta también, con su piel como la cal, su cabello rubio, sus ojos azules pero con un cuerpo que cualquier mujer de veinticinco envidiaría. Se acercó a mí, tomó mi rostro entre sus manos y me besó la frente, dejando sus labios rojos pintados como cuando era niño.
Sí, Nymphadora era una perra con todo el mundo, incluso con su esposo. Pero nunca conmigo.
-Cielo, bienvenido a casa.- susurró y me abrazó.
-Abuela... - susurré sonriendo.
-¿Te parece que soy una abuela?- dijo soltándome, pero sonriendo aún.
-Cincuenta, Nympha.- le susurré, ella me dio un ligero golpe en el brazo. entonces, miré a Voltaire y él a mí, no dijimos nada, no había nada que decir, de hecho, me había sorprendido que me buscara durante estos cinco años, después de la última vez que nos vimos, yo creía que hasta me había desheredado. Pero ahí estaba él, parado al lado de la abuela, sin ninguna expresión en el rostro.
-Vamos a casa.- dijo finalmente, poniendo una mano sobre mi hombro, lo cual yo tomé como un bienvenido a casa, hijo.
Caminamos fuera del aeropuerto y ahí estaba la limosina, y junto a ella, Tasha.
Sonrió ligeramente con sus sensuales labios rojos, mirándome con sus ojos azules. Le sonreí igual, y entramos a la limosina. En el trayecto, solo Nympha y Agatha me preguntaron sobre mi viaje, y mientras yo les contaba sobre esos cinco largos años que pasé recorriendo el mundo, Voltaire fingía no escuchar, pero por su expresión yo sabía que lo estaba haciendo, aunque fuera el más grande desgraciado de los desgraciados, al viejo aún le importaba. Por algo me había pedido regresar.

Llegamos a la mansión Valentine: un enorme caserón que parecía más un castillo que cualquier otra cosa, color beige con café, una reja negra antigua, un jardín inmenso con toda variedad de flores que uno se pudiera imaginar, la casa de los empleados, el porche, el árbol por donde me escapada de niño, el columpio, y la casa de Baxter. Sonreí.
Nos bajamos mientras Peter bajaba mis maletas.
-Joven Vincent, es bueno tenerlo en casa.- me dijo enseñando su enorme sonrisa. Ya era viejo, con su cabello canoso, sus ojos cansados azules y su piel arrugada, pero el hombre aún tenía fuerzas.
-Es bueno estarlo, Pete.- le dije sonriendo, palmando su brazo.
Caminamos hacia la casa, conversando aún.
-¿Tienes hambre, cariño?- me preguntó Nympha.- Le pediré a Sonya que te prepare algo.
-¿Sonya?- pregunté mientras caminábamos hacia la sala de estar.
-Oh, cierto.- dijo ella.- ¡Sonya! ¡Sonya, ven aquí!- pidió. Mientras oía unos pasos acercarse, mi mente fantaseó con la idea de que, quizás Sonya era una sexy sirvienta extranjera con la cual tendría una aventura muy erótica y pasionaria, como en esas novelas para chicas. Pero cuando la mencionada llegó, me decepcioné totalmente: Sonya tendría unos treinta años, con la piel aperlada, el cabello negro, los ojos verdes y con muy buen físico. Era guapa la mujer, pero no para mis gustos.Le sonreí y ella igual.
-Cariño, ella es Sonya, la nueva ama de llaves.- la mujer se inclinó un poco y luego habló.
-Es un gusto conocerlo finalmente, señor Vincent.- me dijo, y por su acento noté que era libanesa.
-Igualmente, Sonya.- y miré a Nympha.- ¿Finalmente?
-Sí, finalmente.- dijo sonriendo.
Caminamos hasta la sala, donde nos sentamos a platicar. Nympha quería saber absolutamente todo, al igual que Agatha. Y Voltaire solo estaba ahí escuchando, de ve en cuando me preguntaba algo, y yo le contestaba, pero después volvía a su móvil.
Finalmente y después de casi cuatro horas de plática, me dejaron descansar. Subí arrastrando los pies hasta mi habitación, la cual permanecía igual que la última vez que había estado ahí; aspiré el viejo aroma que me llenó los pulmones, mientras cerraba la puerta. Mis maletas ya estaban ahí, así que no tuve que subir nada. Caminé lentamente por toda la habitación: la cama estaba al lado derecho de la habitación, junto al gran ventanal con balcón de cristal que daba una hermosa vista al jardín trasero, donde la piscina estaba, el ropero estaba a la izquierda, junto al baño, el sillón de cuero del otro lado del ventanal, el cesto de basura al lado del escritorio, en el balcón había una mesita y dos sillas de metal. El cesto de ropa sucia seguía en su lugar, pero vacío. Sonreí mientras me acostaba en la cama. Ni una mota de polvo, además olía a limpio.
-Hogar, dulce hogar... -susurré, y sin darme cuenta, caí en su sueño profundo.

La mañana siguiente desperté y ni sabía dónde estaba.
Me asusté, y después me di cuenta de que había podido dormir sin ningún problema, lo cual era raro, pues durante los cinco años que había viajado, dormir se me había hecho demasiado difícil. Me quedé acostado en la cama durante una hora más, hasta que el sol apareció, ligero y tímido. Caminé hasta el balcón, y vi mucho movimiento de los empleados, pero ninguno volteó a ver a mi habitación. Miré el cielo, y suspiré.
Iba a extrañar América. Su mundo activo, sus personas molestas y maleducadas, sus días soleados. Oh, el sol! Después de solo conocer un ligero sol durante veinte años, llegar a un país donde el sol sale la mayor parte del tiempo, pues como que uno se acostumbra. Decidí darme un baño, porque sentía que apestaba a perfume de mujer.
Una vez que salí, me miré en el espejo: antes de irme, mi piel era tan blanca como la cal, típica de un ruso, pero ahora tenía un color broncíneo por las veces que estuve bajo el sol, mi cabello ondulado había crecido considerablemente, ahora lo llevaba un poco abajo de los oídos, no me había rasurado aún, mis ojos seguían siendo los mismos.
Me quedé mirando mis ojos, recordando todas ese veces que los niños de la abadía se burlaban de mí por ellos; es que tener heterocromía no era fácil. Tenía los ojos azul claro, pero el ojo izquierdo presentaba una parte color miel, señal de que padecía una enfermedad llamada heterocromía, síndrome que se presenta ya sea en un solo ojo o en ambas, cambiando considerable o parcialmente el color de la pupila. Dicha enfermedad podía ser solo una mancha en los ojos, o incluso llevarte a presentar glaucoma ocular.
Suspiré, alejandome de mi reflejo.
Me vestí y bajé a la cocina por algo de comer, cuando las sirvientas hablaron:
-¿Ya vieron al señor Vincent?- dijo una.
-No. ¿Ya regresó?
-Sonya dijo que sí, y ¡DIOS! ella jura que la palabra "dios" tiene nuevo significado.- todas cuchichearon y yo solo reí. Abrí la puerta ligeramente, y todas se callaron, mirándome. Yo las examiné, pero ninguna era lo suficientemente bonita, o estaba buena como para acostarme con ella.
-Buenos días, señoritas.- hablé lo más seductor posible, y ellas literalmente se estaban derritiendo. Ninguna dijo nada.- ¿Está listo el desayuno?- silencio. Me reí y Sonya apareció, seguida por Ariel.
-¡Joven Vincent!- dijo ella casi gritando y extendiendo sus brazos hacia mí.
-Hola, Ariel.- le dije caminando hasta ella. Ariel era la ama de llaves principal de la casa, y mi niñera de toda la vida. Tendría como cuarenta y tantos, era morena, de cabellos negros, ojos claros y sonrisa hermosa. Ma abrazó fuertemente, besando mi cabello y yo me dejé hacer. Extrañaba a esa mujer.
-Oh, Vinny.- dijo tocando mi rostro.- ¿Cómo estuvo tu viaje? Tienes que contarme todo, hijo.
-Claro, pero tengo hambre. ¿Hay algo de comer?
-No, pero ven conmigo y te preparo algo.- dijo indicándome la cocina. Caminé detrás de ella sin antes guiñarle el ojo a las chicas. Sonya bufó negando con la cabeza a las chicas.
-Disculpe, joven. Son nuevas las chicas.
-Claro.- me senté en el taburete de la cocina, mientras ella buscaba la comida.
-¿Cómo te fue en tu viaje, Vinny?- sonreí. Ariel era la única que me hablaba de "tú" y me decía Vinny. A parte de ella, no le permitía a nadie que me llamara así.
-De maravilla, Ariel. Adoré todos y cada uno de los lugares en los que estuve.
-Me alegro mucho, Vinny.- y comenzó a hacer crepas. Sonreí.
-Te extrañé mucho, Ariel.- le dije, ella dejó lo que estaba haciendo y se me quedó mirando largo rato, y un lágrima se deslizó por su mejilla.- ¿Qué ocurre?
-Nada.- dijo limpiandose los ojos. - También te extrañé, Vinny.- y me tendió los brazos de nuevo, la abracé sin pensarlo y nos quedamos así durante mucho rato más, hasta que me soltó.- Déjame cocinarte algo, querido. Siéntate y cuéntame de tu viaje, anda.- y volvió a su labor. Le conté gustoso esos cinco años resumidos en dos horas de charla, risas, un poco de llanto, regaños y sonrisas de parte de ella, cuando finalmente terminé, ya eran las diez de la mañana. Nympha apareció en la cocina.
-¿Qué haces despierto, cariño?
-Tenía hambre.
-Oh, Ariel, ¿podrías llamar a Voltaire a la oficina y decirle que el Señor McLord lo espera para su cita?
-Ya lo hice, señora.- dijo secándose las manos. Nympha sonrió.
-Olvidaba lo rápida que eres.- se giró a mí.- ¿Me acompañas a almorzar, cielo?- asentí, le di un beso a Ariel y fui con Nympha.
Mientras Sasha conducía por la avenida principal, me quedé mirando perdido la ciudad: Moscú era la capital de Rusia y de la belleza misma, en esta época del año no hace tanto frío como en otras, por lo que el pequeño sol alumbraba la ciudad y su divinidad. El calor era mínimo, pero aún así habían personas que gustaban de andar en ropas cortas, o paseando por el parque. Observé las mezquitas que aún adornaban la ciudad, y los edificios modernos, y las casas pequeñas pero hermosas, y los árboles aún con hojas, y los jardines adornados con flores. Sonreí.
-¿Cuál fue el chiste?- dijo Nympha mirándome.
-Ésta ciudad.- le contesté, y seguí mirando el paisaje.

viernes, 18 de octubre de 2013

Qué es...?

Después de toda la mierda sucedida
creer que terminaría así no es extraño.
No me es difícil imaginar la clase de historia
que es: ENFERMIZA.
Somos como adictos, incapaces de estar
el uno sin el veneno del otro,
o más bien, sin jodernos mutuamente.
Es horrible pensar que eso es amor,
es horrible amar al único ser que te puede
herir y acabar con tu autoestima con una
simple mirada. O un bufido, en el peor de los casos.
Eso es amor, ¿entonces?

Ojalá alguien me diera una respuesta...


viernes, 4 de octubre de 2013

Utopía

"... en ocasiones, uno imagina el mundo ideal. Sin guerras, sin enfermedades, no hay hambruna, ni muertes. Sólo paz, floresillas y amor. Imaginar un mundo donde todos vivamos en paz, seamos amigos y la maldad esa erradicada. El sueño entero. La utopía de Platón. Y a veces, yo misma me imagino una utopía: todo es lindo, perfecto y así es como Dios siempre quiso que fuera. Pero no lo es. La vida no es fácil, pero sí divertido. Enfrentar la vida da miedo, pero ese miedo nos hace ser humanos. Cometer errores, perderse en el camino enamorarse muchas veces, llorar por ello, pedir un paseo a la luna con olor a plantas, creer en Santa y las hadas mágicas, soñar,reír, mentir, llorar. Amar y odiar. Un mundo sin eso, no es mundo. Una vida sin sentimientos, no es vida. No deseemos una utopía, porque si fuera fácil la vida, nadie moriria. No hay que tener miedo a seguir. La vida es ese paréntesis entre el miedo y la esperanza.

¿CÓMO COMENZAR TU JOURNAL?

¡Hola a todos y bienvenidos a mi blog! En el artículo anterior les enseñé ¿Cómo hacer un junk journal? y no morir en el intento paso a ...