Sobe una chica:

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Tamaulipas, Mexico
Madre primeriza y escritora, con muy poco tiempo libre pero que le gustan las manualidades.

sábado, 27 de diciembre de 2014

No valen los arrepentimientos

Es tan estúpido por parte del ser humano preguntarse todo el tiempo "y qué si..."
Porque el hubiera no existe, es sólo literal, y autodestruirse pensando en "lo que hubiera pasado" es todavía mucho peor que andar mendigando amor.
Y vaya, por Dios que es patético...

martes, 23 de diciembre de 2014

El problema es...

Que no se trata de querer cambiar a una persona, o que alguien cambie por ti. Todo tiene que ver con que se acepten tal y como son: que si tienen gustos diferentes, que si no tienen nada en común, que si a uno no le gusta algo del otro y al otro le molesta que no le guste...
El amor debe ser incondicional.
Se deben amar por sobre todas las cosas... si eso es realmente lo que se busca porque... ¿cómo puedes juzgar los errores si alguien, si no te das el tiempo para preguntarle por qué los cometió?
Meterse en asuntos ajenos es muy fácil, pero ponerse los zapatos y cargar la culpa, no.
No se trata de borrar las huella, realmente, es sobre vivir con ella.

viernes, 19 de diciembre de 2014

sábado, 13 de diciembre de 2014

3.Rudo... y cursi♥

Habían dos cosas en la vida que él detestaba: a la gente idiota que se creía lo que no era... y aquellos que se acercaban a ella.
Cuando no estaban juntos, si limitaba a mirarla desde el segundo piso junto a sus amigos, siempre atento a cada movimiento suyo, especialmente cuando algún chico andaba cerca; y no es que él fuera alguien celoso, de hecho se sentía increíblemente seguro de sí mismo... o al menos, había sido así hasta que la conoció a ella. Había notado grandes cambios en sí con respecto a la chica, empezando por lo enfermo que se había vuelto con respecto a las personas que se acercaban a ella, o estar al pendiente siempre de lo que hacía sin importarle cuán insignificante fuera. Aunque no le gustaban mucho los cambios, parecía tolerarlos, sobre todo cuando el rumor de que "ella se sentía feliz" llegó a sus oídos. Y él también se sentía feliz, aunque no sabía cómo demostrárselo; se estaba cansando de escuchar a todos decir que él solamente estaba con ella porque se sentía obligado, o para desaburrirse, o porque ella era su nuevo juguetito... pero no sabía ni cómo callar los rumores ni tampoco cómo demostrarle a ella que estaba feliz. Lo único que podía hacer, era quedarse a su lado y oírla contarle cosas idiotas.
Pero últimamente, debido a los exámenes a la vuelta de la esquina, se limitaban solamente a saludarse durante unos instantes, y en los descansos estudiaban en la biblioteca... oh, bueno, él lo hacía, porque ella sólo se sentaba a su lado a leer algún libro. De unos días para acá, la veía leyendo libros de psicología, tanto que pensó que la chica estaba interesada en la materia, pero cuando le preguntó el motivo, le dijo: "intento entender a alguien"
Y volvió a su lectura. Después de ese día, él se había alejado por completo de su lado.
Cuando se encontraban por casualidad en los pasillos, fingía no haberla visto y seguía de largo con sus amigos, evadía la biblioteca aún cuando odiaba estudiar en su salón de clases, con todo ese ruido que no lo dejaba pensar, no la mensajeaba aunque se moría por saber cómo le fue en su día, tampoco la acompañaba a su casa como lo hacía con anterioridad, de hecho le pedía el carro a sus padres para no tener que verla en la salida, y aunque al principio todos notaron el gran cambio que se había presentado en la parejita, se dieron cuenta de que de todos modos era aún  más raro que él hubiera durado mucho tiempo hablando con alguna chica. Porque él era hielo seco, era rudo como solamente él podía y las chicas no duraban mucho tiempo a su lado. Fue por eso que nadie notó que fuera raro su repentino aburrimiento hacia ella, pues no encajaba para nada en su perfil de chicas...
Pero ella, no entendía qué había hecho mal.
Sus amigas le habían dicho que no lo buscara, que era un idiota y que lo mejor era que lo olvidara... y así lo hizo. Durante los siguientes días, continuó con las cosas como si nada hubiera pasado, riendo con sus amigos, haciendo las actividades de siempre y yendo a la biblioteca; pensaba que quizás ahí lo vería y hablarían, pero no era así. La única ocasión en la que se habían encontrado, fue cuando él salía del salón de cómputo, el único lugar donde parecía poder estar a gusto aunque fuera media hora, y ahí se encontraron. Pero sus miradas no se sostuvieron por más de un segundo, porque él caminó lejos de ella...
Los días avanzaron y aunque todo parecía estar volviendo a la normalidad, aquel rubio de ojos verdes se preguntaba por qué estaba tan inquieto. Sentía que estaba cometiendo una estupidez, y también sentía que debía hablarle; ya no podía soportarlo más. Odiaba todo. Sus compañeros odiosos siempre armando alboroto, los profesores incompetentes frenando su desarrollo académico, sus compañeras hablando de chicos, citas y ropa, sus padres molestándolo con respecto a su carácter del demonio últimamente y hasta sus hermanos, a los que nunca veía, lo acosaban sobre su mala actitud. Y todo porque había visto algo que no le había gustado.
Fue un día ventoso, que llegó tarde y le tocó quedarse la primera hora en la biblioteca; iba a leerse un buen libro que había encontrado, esperando no tener que toparse a la chica aunque deseaba verla, y para su mala suerte la vio. Pero no estaba sola. Estaba con ese odioso chico que últimamente la rondaba mucho, aquel que pasaba la mayor parte del día jalándole el cabello o pegándole a su falda como si quisiera ver qué hay debajo. Los vio cargar unas cajas que sabía ocuparían para la obra de teatro del siguiente mes, y cuando el viento hizo una mala jugada, la falda de la chica se elevó, para su propia sorpresa. Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba mirándolos hasta que notó cómo el chico, detrás de ella, soltaba una risa que le pareció idiota. Y no lo pudo resistir más.
Caminó hasta ellos, apretando los puños con ganas de asesinarlo, y le quitó la caja a regañadientes a la chica, quien al mirarlo parpadeó, insegura de lo que sus ojos veían. Ni siquiera pudo hablar. Subió las escaleras tomándola de la mano hasta llegar al salón de teatro, y dejó las cosas así; mientras el chico parecía igual de atónico que su compañera. Se alejó entonces, porque la mirada asesina que el ojiverde le lanzó le advirtió peligro.
Y se miraron.
No necesitaron siquiera decirse nada, porque al parecer se entendieron a la perfección; ella entendió que lo que los había alejado ahora no significaba nada, y él entendió que no iba a volver a dejarla sola.
No cuando habrían otros chicos esperando mirar debajo de su falda...

2.Ratón de biblioteca

Era uno de esos calurosos días que odiaba realmente.
Estaba encerrada en el lugar más frío de toda la escuela: la biblioteca, escondida entre unos estantes enormes de libros justamente donde el aire acondicionado pegaba directamente; le gustaba el calor, de verdad, pero cuando había una tranquila brisa de verano que la refrescara, mínimo que la hiciera sentir bien... pero no. Se sentía en el infierno, y no hablaba de lo mucho que la torturaba su mente esas últimas semanas.
Y mientras el aire le daba directo en la cabeza, alborotando sus ya de por sí alocados cabellos rebeldes, mientras buscaba algo bueno que leer en la de por sí aburrida selección de malos libros, no se percató de que estaba siendo observada desde la esquina. Ya era bien sabido que esos dos se traían algo. Se rumoraba por toda la escuela que tenían algo, por supuesto que sí, porque se les veía siempre juntos, a veces caminando por la pequeña explanada, a veces sentados en las gradas platicando, en otras ocasiones comiendo en silencio en cualquiera de las cafeterías, o en su lugar favorito. Él recargado casualmente contra el barandal, casi siempre con una mirada seria o una ligera sonrisa, y ella siempre hablando, normalmente a centímetros de él, llamando su atención levantando la voz, con esa típica sonora risa que la caracterizaba o tocándolo para que la mirara.
Las personas que veían todo desde la distancia se hacían la misma pregunta siempre: ¿qué hacía una chica tan adorable como ella, perdiendo el tiempo con alguien como él? ¿por qué siempre parecía como si sufriera? ¿por qué no le contestaba a sus detalles tiernos, a sus sonrisas radiantes, a las miradas coquetas que siempre  le lanzaba? ¿por qué parecía en ocasiones como si la odiara? Se preguntaban por qué el chico era tan frío con ella, si hacía lo mejor por hacerlo reír, aunque no funcionara; cuando solían verla hablar sin parar como si estuviera sola, sentían lástima por ella y hacían un sin fin de cosas para hacerla sentir bien...
Ajenos totalmente a que ella era tan feliz.
A ella no le importaba realmente lo que otros dijeran, la verdad es que a las personas se les es fácil juzgar lo que no entienden... y es que él no era frío, al menos no con ella. Debía admitir que le costó demasiado entenderlo, y al principio lo único que sabía de él era que su seriedad y frialdad lo caracterizaban; muchos le dijeron que acercarse a él era jugar con fuego, que lo único que iba a obtener de un témpano de hielo como él era dolor. Lo llamaban "Hielo seco", porque nunca expresaba ningún sentimiento a parte de la burla y la humillación a otros, y todo aquello con simples miradas. Pero... él se sentía extrañamente atraído hacia ella.
Como la polilla hacia la llama.
Lo supo cuando salió de su salón, preocupado porque no la había visto esperándolo como siempre en su lugar favorito, "¿dónde estaba, entonces ella?" Él no era paciente, ni tampoco inseguro, siempre demostraba una seguridad propia de alguien que nace en cuna de ora, pero un comentario de sus compañeros de clase lo hizo reflexionar; "A veces una mujer da demasiado, y cuando comienza a notar que no está recibiendo nada... se aleja. No todas tienen madera de sumisas"
Y algo en él despertó; él no quería que ella se alejara, la quería a su lado, siempre. O al menos, tanto como su seco corazón se lo permitiera. Por eso la buscó por la pequeña escuela, preocupado porque estuviera con alguno de esos amigos odiosos que tanto detestaba, o con sus molestas amigas que no soportaba. Pero ella no estaba por ningún lado...
"Está en la biblioteca", le dijo una chica desde los baños, alisando su cabello. No esperó a darle las gracias ni a que ella se volviera; subió lo más tranquilo posible, muriendo por dentro, temiendo encontrarla con alguien, sonriendo, regalándole a alguien más lo que por ley era suyo. Porque él tenía un serio problema, era un narcisista, un envidioso la mayor parte del tiempo y su complejo de rey alejaban a todas las personas. Pero, por alguna razón, aquella molesta chica, más enana que cualquiera de aquellas con las que había salido, plana como una tabla a comparación de las modelos que se tiraba, con una carita traviesa y algo inocente nada que ver con el perfil de diosas que se buscaba... de alguna manera, lo había cautivado.
Entró a la biblioteca y buscó con la mirada su delgada silueta, pero ahí sólo estaba la bibliotecaria y unos cuántos alumnos que lo miraron sólo una fracción de segundos... luego, oyó una risita. Una qué, últimamente, estaba en su cabeza todo el tiempo. Caminó hasta el último rincón de la pequeña biblioteca, que más que nada parecía un agujero de ratón... y ahí estaba ella: con un libro que hablaba de psicología humana en su mano, con esos lentes que no lo dejaban ver bien sus bonitos ojos como la borgoña, mordiéndose el labio con cierto aire intelectual (y él, comenzaba a amar ese gesto en ella), atenta a su lectura sin mirar a ningún lado. 
La observó largo rato, incluso cuando el timbre sonó, siguió mirándola, y ella pareció no notarlo porque de pronto, cerró el libro, tomó otro y volvió a lo mismo. De vez en cuando soltaba una risita, como si lo que estuviera leyendo le causara gracia, aunque, ¿qué persona cuerda pensaría que un libro de psicología es gracioso", pero él entendió entonces qué le gustaba de ella: qué, precisamente, le encontraba el lado divertido a las cosas. Muy diferente a él.
Se acercó a ella despacio para no asustarla, y ahí se quedó. Bien pudo haberse leído también un libro, o incluso escuchar todo su playlist y la despistada no se habría dado cuenta de que estaba detrás suyo, mirando las hebras oscuras de su precioso cabello, oliendo ese peculiar aroma a flores que emanaba, mirando su bonita piel de canela... y supo que, cualquier otra chica que hubiera estado antes de ella sin importar lo hermosas que fueran, no se compraban en nada a la singular belleza que ella era.
"Hola, ratoncillo de biblioteca", finalmente le dijo, cansado del silencio. La pequeña dio un brinco, el libro cayó de sus manos y sus ojos oscuros se perdieron en la belleza que eran aquellos dos orbes tan verdes como la primavera.
Aunque... ella no estaba segura de qué color era la primavera.

¿CÓMO COMENZAR TU JOURNAL?

¡Hola a todos y bienvenidos a mi blog! En el artículo anterior les enseñé ¿Cómo hacer un junk journal? y no morir en el intento paso a ...