Sobe una chica:

Mi foto
Tamaulipas, Mexico
Madre primeriza y escritora, con muy poco tiempo libre pero que le gustan las manualidades.

domingo, 3 de noviembre de 2013

3* Encuentros

Voltaire y yo nos miramos, yo a sus ojos azul claro y él a mis violetas.
Eramos tan parecidos, aunque no físicamente, porque él ya era viejo, tenía una nariz delgada con la punta redonda, su poco cabello canoso, perfectamente peinado, su piel blanca con arrugas y su expresión dura y estricta.

-No has cambiado, Vincent.- dijo con una ligera sonrisa socarrona.- Sigues siendo el mismo rebelde sin causa de siempre.- y se reclinó en el respaldo de la silla. Yo seguía parado frente al estante.
-Puedo nombrarte en diez segundos quince razones principales por las cuales soy un rebelde, Voltaire.
-Empieza.- me retó mirándome un poco molesto.
-Marioneta.- le dije sin pensarlo, él sonrió.
-Creí que ya habías madurado, chico.
-Y yo que habías muerto.- le contesté secamente. Nos miramos largo rato, sin decir nada más, porque de todos modos no había nada que decir. Nos odiábamos. Aunque aparentábamos a veces que nos llevábamos bien, la mayor parte de mi vida, Voltaire se dedicó a hacerla un infierno, convirtiéndome en el desalmado que ahora era. Bufó.
-Kahil Darkar intenta joder nuestra compañía.- dijo después de un rato de silencio. Yo seguía parado frente al estante; creí que aquello era otra de sus mentiras para manipularme, pero al ver la preocupación en sus ojos, le creí.
-¿El padre de Sasha?- él asintió. Sasha Darkar era la vicepresidenta de la empresa, quien había tomado mi puesto cuando yo renuncié. Su padre, Kahil, era un jeque árabe, dueño de muchas extensiones de tierras, tribus y mujeres en general. Su empresa era la sexta más importante del mundo.
-Ese canalla arenoso y su bastardo nos están haciendo quedar mal.- y dio un fuerte golpe al escritorio.- ¡Y no lo puedo permitir!- lo miré. Pocas veces Voltaire se permitía perder los estribos, eso quería decir que no me mentía.
-Nympha cree que perderemos todo... - le dije caminando hasta la silla, él me miró.- Tiene miedo de que quedemos en bancarrota.
-Lo sé... - musitó mirando sus manos.- Lo que menos deseo es que se preocupe por minucias como esas...
-Tal vez si no la consintieras en todo lo que pide, no estarías preocupandote por si quedamos en la calle, Voltaire.- él no levantó la vista.
-Es lo mínimo que puedo hacer por ella... - susurró. Y nos quedamos otro largo rato en silencio.

Casi a las dos de la tarde, y después de ignorar las peticiones de Voltaire para que tomara su lugar, éste se tuvo que retirar y yo me quedé otro poco más. Quería estar seguro de la decisión que iba a tomar, y realmente no confiaba ni en Voltaire ni en Nympha pero me recordé que eran la única familia que tenía. La puerta se abrió de golpe.
-¡Vincent!- gritó Tala desde el umbral. Tala McLord era uno de mis amigos de toda la vida, físicamente era casi tan musculoso como yo, con la piel blanca rojiza, pecas por todas partes, ojos verdes y un cabello rojo que brillaba incluso en la oscuridad. Y no tenía alma, obviamente.

 Me abrazó fuertemente.
-¡Qué bien que estés aquí, Vincent!
-Es bueno verte también, Tala.- le dije sonriendo, entonces, detrás de él, entraron Ian Petrov y Wyatt Ifrah.
-¡Vinny!- gritaron los dos al unísono y me abrazaron.
-¿Cuándo regresaste, chico?- preguntó Ian, apartandose de mí. Ian era bajito, delgado, con los ojos azules también, el cabello casi castaño oscuro, y una sonrisa socarrona y altanera la mayor parte del tiempo. Aún quedaban restos de su adolescencia en su rostro, y era un niño mimado cuyos padres vivían víctimas de su arrogancia y caprichos. Y tenía una hermana mayor con excelente físico.

-Ayer.- le dije. Wyatt era mucho más delgado que Ian, con el cabello castaño casi rubio, los ojos azul grisáceo y alto. Provenía de una familia noble, donde era el mayor de dos hermosas gemelas. Sus padres eran amables y adorables, al igual que él, lo que nos llevaba a pensar por qué lo habían mandado a la horrorosa abadía donde nos conocimos. Él e Ian eran los más jóvenes, con tan sólo veintitrés años.

-¿Sabe Voltaire...?- preguntó Wyatt. Asentí.- Pudiste haberme avisado y pasaría por ti.
-Amelie estaba ayer ahí.- le dije caminando fuera de la oficina.- Pensé que te diría.
-No la he visto desde la tarde.
-Vamos a comer, chicos. Muero de hambre.- dijo Ian caminando, entonces un teléfono sonó.
-Disculpen.- nos dijo Tala sacando su celular, vio el identificador de llamadas y sonrió como estúpido. Levanté la ceja.
-¿Una chica?- le pregunté, pero me ignoró, apartandose de nosotros para contestar. Ian y Wyatt caminaron a mi lado mientras la recepcionista nos despedía con una enorme sonrisa.
-Es la chica nueva.- dijo Ian.
-¿La chica nueva?
-Una jodida belleza exótica, hermano.- respondió.- No tienes idea de lo caliente que está la desgraciada.
-¿En serio?- Wyatt asintió.
-Normalmente no aprobaría la manera de hablar de Ian, pero la chica es bellísima, y tiene un cuerpo de escandalo que ni te cuento.- llegamos al elevador y giré la vista a Tala, quien caminaba nervioso por la habitación, con una mano en el bolsillo de su traje gris y una sonrisa de estúpido.
-A Tala le gusta.- apremié.
-¡Le encanta! Desde que entró en la oficina, el maldito ha estado como centinela, encargándose de que nadie si quiera le de los buenos días.
-¿Quién es, la recepcionista?- dije, porque Tala tenía muy malos gustos por las mujeres.
-¿Ally? No, la chica es mensajera por ahora.- dijo Wyatt presionando el botón del ascensor.- No creo que llegues a conocerla, siempre está dando vueltas por la oficina.- y entró, Ian lo siguió y después yo, y cuando íbamos a irnos, Tala detuvo el ascensor con el pie.
-Hijos de perra, iban a dejarme.
-Estabas ocupado coqueteando con la mensajera.- dijo Ian mirando su teléfono.- ¿Vas a comer con ella?
-No, pero la convencí de ir a cenar hoy.- y su sonrisa se ensanchó por todo su rostro.
-¿No crees que es muy pronto para pedirle matrimonio?- dijo y todos nos reímos.
-Digan lo que quieran, pero esa chica será mía.
-¿Te la llevarás a la cama?- dijo Wyatt enojado.
-Primero quiero casarme con ella.- y sus palabras sonaron tan seguras que no lo podía creer.
-Primero asegurate de que también le gustas, ¿no crees?- dijo Ian cuando el elevador se detuvo.- Me daría pena verte llorar si te rechaza.
-Lo cual obviamente hará.- terminó Wyatt y entramos a la limosina de éste.

El restaurante estaba a tope, pero por ser figuras importantes, nos cedieron un buen lugar. Era un poco rústico para mi gusto, pero la decoración, en tonalidades claras con cuadros y colguijes por doquier, me gustaba personalmente. Nos sentamos y una chica se acercó a nosotros.
-Bienvenidos a "Seraphine", mi nombre es Vera y puedo sugerirles el especial de... hoy... - y se quedó muda. La chica era de estatura abajo del promedio, americana, con el cabello negro sujetado en un moño sobre su cabeza, rizado, ojos verdes, piel de melocotón, labios carnosos y un cuerpo envidiable aún sobre el horrendo vestido-uniforme color amarillo que llevaba puesto.

Ian sonrió.
-¡Vera! ¡Cuánto tiempo!- y soltó una risita, ella sin embargo solo sonrió.
-Hola. ¿Desean ver el menú?- preguntó con una voz monótona.
-¿Cómo has estado, mujer? Años sin saber de ti.- dijo de nuevo riendose, Vera parpadeó y sonrió.
-Les dejaré el menú, y pueden llamarme o alguna otra chica para atenderlos.- dijo evadiendo la pregunta, un hombre la llamó.- Con permiso, chicos.- y se fue lo más rápido posible. Todos nos reímos por lo bajo.
-Caray, esa chica sigue igual de guapa.- apremió Wyatt sonriendo.
-Seguro Spencer se moriría si la ve.- dijo Ian en tono burlón.
-¿Dónde está?- pregunté mirando el menú.
-Trabaja ahora en el juzgado, y sólo lo vemos de noche.
-Llámalo y dile que venga, seguro se muere.- dijo Tala y nos reímos. Vera pasó frente a nosotros después de atender al hombre, y frente a ella apareció un tipo afroamericano, con músculos por todos lados, cabello negro perfectamente cortado y una sonrisa de oreja a oreja. Al verlo, se paró de puntillas y le plantó un beso rápido y tierno, que él respondió son una sonrisa. Los cuatro nos miramos.
-Olvida lo de la llamada, Ian.- dijo Tala, e Ian guardó su teléfono. La escena duró poco, y ella se despidió, sin antes besar a un enano que el chico cargaba, y cuál va siendo nuestra sorpresa al ver a un mocoso de piel blanca y cabellos rubios sonriendo. Nos quedamos boquiabiertos.
-Mátenme porque me muero.- dijo Tala, dejando caer su móvil, y cuando miré, la pantalla mostraba la foto de un mujer exquisita de cabellos negros y ojos preciosos, vagamente familiar para mí. Kaileena, decía en la pantalla.
-¿¡Vera tiene un hijo!?- preguntó casi a gritos Ian, y las personas nos miraron.
-Eso parece.- dijo Wyatt sin dejar de mirar.
-Pues no es de ese chico.- dije, mirando detenidamente al niño.- Es rubio, con piel blanca y desde aquí veo los ojos verdes. No puede ser suyo.- y todos nos miramos.
-¿Será de Spencer?- preguntó en voz baja Ian.
-No lo creo.- dijo Wyatt.- Ellos terminaron hace mucho tiempo.
-Es de otro, entonces.- dije, encogiéndome de hombros. El afroamericano y el niño se sentaron en una mesa, donde una chica los atendió sonriendo, y él le alborotó los cabellos al niño. Era idéntico a Spencer, la verdad; el mocoso era rellenito, tendría unos dos años más o menos, el cabello rubio y rizado como su madre, la piel más blanca que la de ella, una nariz respingada y hoyuelos. Spencer tenía hoyuelos.
-Vaya cosas.- susurró Wyatt recargándose contra la silla.
-Definitivamente.- se rió Ian. Vera pasó frente a nosotros y la llamamos, se acercó con mirada cautelosa y nerviosa a la vez.
-¿Listos para ordenar?- preguntó sonriendo, apartándose un mechón de cabello que caía por su frente.
-No sabíamos que tenías un hijo.- soltó Ian y todos lo miramos. La sonrisa se borró de su rostro.- ¿Cuántos años tiene?
-Eso no es de su incumbencia.- contestó enojada, apretando los puños.
-¿Es afroamericano de allá es su padre biológico?
-Por favor, basta...
-¿Sabe Spencer que tienes un hijo?- insistió Ian.
-Ian, basta... - repitió apretando los dientes.
-¿Qué tal si le decimos...?- pero no lo dejó terminar. Dejó caer las manos en la mesa, provocando un sonoro estruendo, agitando los saleros.
-¡Basta por Dios!- lloró.- ¿No fue suficiente lo que me hicieron? ¿Qué más quieren de mí? ¡Déjenme en paz!- y las lágrimas desbordaron por sus mejillas. Nos quedamos en silencio mirándola, y no sé los demás pero sentía pena por ella. Por lo visto, aún no superaba su ruptura con Spencer. El afroamericano se acercó.
-¿Qué pasa, cariño?- dijo con una voz ronca y furiosa. Vera se abrazó a él, y éste nos miró.- Les sugiero que se vayan de aquí.
-No tienes derecho a decirnos eso.- dijo enojado Tala.
-Están ocasionando disturbios y molestando a una de las empleadas.
-Vera es amiga nuestra.- dijo Wyatt, y ella lo miró.
-¡No lo soy! ¡Váyanse por favor!- dijo llorando, hundiendo nuevamente su rostro en el pecho del hombre. Me levanté lentamente, después Wyatt e Ian, pero sólo Tala permaneció ahí, mirándola.
-¿Ese niño es su hijo, Vera?- preguntó, pero ella no contestó. El hombre lo miró entornando los ojos.
-Vamos, Tala.- le dije. Él asintió y salimos de ahí.

En la noche, y después de cenar, regresé a casa.
Había pasado todo el día con los chicos, que había perdido la noción del tiempo. Todo estaba silencioso, y parecía que todos dormían. Caminé sin hacer ruido, cuando pasé por el despacho de Voltaire oí una conversación.
-¿Entonces? ¿Qué te dijo?- preguntó Nympha.
-Muy bien lo sabes.- contestó Voltaire.
-¿Renunciarás a la compañía solo por eso?
-Son millones, Nympha. No puedo generar esos ingresos en tan poco tiempo.- alzó la voz, pero luego bufó.- Hazte a la idea de perder todo, porque eso sucederá.
-¡No puedes estar hablando en serio!- gritó ella, golpeando el escritorio.- ¡No bromees conmigo!
-No lo hago, baja la voz.
-¡No!- otro golpe.- ¡Estás loco! Has trabajado tantos años por ésta empresa, que no puedes rendirte tan fácil.- otro golpe.- ¡NO PUEDES!
-¡Pues lo haré!- dijo él y movió su silla.- ¡Ya no puedo darte todos tus lujos, hazte a la idea! ¡Ahora puedes irte con alguien que pueda darte todo, Nymphadora!- y su voz sonó cargada de frustración y coraje. Hubo un largo silencio, entonces ella susurró.
-Incluso aunque quedáramos en la ruina, no te abandonaría.- su voz se quebró.- Te lo juré hace cuarenta y dos años, y mantendré mi palabra.- y oí sus pasos acercarse a la puerta. Corrí hacia las escaleras, fingiendo que iba bajando, cuando me miró. Y nunca, en mis veinticinco años de vida, yo había visto a mi abuela derramar ni una lágrima.
Me quedé ahí parado al pie de las escaleras, sobrepasando la conversación de mis abuelos. ¿Íbamos a perder todo? ¿Ante esos árabes asqueroso? La simple idea de que se apoderaran de lo nuestro, lo que mi familia había creado por generación, el fruto de sus esfuerzos, me enfermaba. Voltaire salió rato después, arrastrando los pies, y al verme se detuvo. Nos miramos largo rato, estudiando la expresión de cada uno, hasta que caminó para subir por las escaleras.
-Trabajaré en la empresa.- le dije  Él se detuvo.- Pero se harán las cosas a mi modo si quieres sacarla adelante.- él no dijo nada, yo tampoco, y solo caminó hasta su dormitorio. Saqué un cigarrillo y lo encendí.
Ya era hora de ponerme a hacer algo.

viernes, 1 de noviembre de 2013

2* Ameno

"Zhelayine" era el nombre del elegante restaurante donde estábamos.
Era espacioso, elegante, con un decorado al puro estilo ruso, solo que con colores más llamativos pero que no le quitaban su toque elegante. Era luminoso, con un ventanal de cristal que mostraba la parte trasera del lugar, donde parecía ser el lugar familiar. Enormes cortinas de satín cubrían las ventanas con forma circulas, las mesas eran de caoba fina, sin mantel y cada una tenía un florero con una singular flor dentro. No se repetía ni una sola vez.
Nympha escogió una mesa en un lado apartado, donde no todas las personas podían acceder. Se nos quedaron viendo y cuchichearon en silencio, y a pesar de los años, aún me molestaba demasiado que hablaran a nuestras espaldas. Solo una pareja de mujeres no giró la vista hacia nosotros. Nympha se sentó cuando le moví la silla, y después la seguí. Miré rápidamente hacia las dos mujeres que platicaban tranquilamente: una tenía más o menos la edad de Nympha, con el cabello naranja aunque con algunas cuantas canas a la vista y lo llevaba recogido en un moño sobre la cabeza, tenía la piel demasiado blanca y muchas pecas por todo el rostro. Se veía demasiado alegre y cuando sonreía su rostro se llenaba de arrugas.
La otra era totalmente diferente: era una perfecta belleza de piel canela, con el cabello largo, ondulado y con el color del ébano, tenía un delgado cuerpo de envidia con demasiadas curvas en proporcionados lugares, una hermosa nariz respingada se asomaba por su perfil y sonreía alegremente. Las miré detenidamente, ninguna parecía ser rusa y mucho menos turistas.
Nympha me tocó la mano.
-¿Qué ocurre, cielo?- preguntó alarmada. Aparté la vista de ellas.
-Nada, sólo que éste lugar no ha cambiado para nada.
-Claro que no.- dijo ella riéndose.
Las siguientes dos horas, mientras ella almorzaba, platicamos demasiado. Tanto sobre mi vida como la de ella, y después de mucho rodeo, la miré atentamente.
-Suelta la sopa ya, Nympha.- ella me miró por encima de su taza de café.- Sé que quieres decirme algo, se te nota.- sonrió, y dejó la taza sobre la mesa, y mientras ella decidía decirme o no, yo miré hacia las mujeres, quienes seguían ahí. La muchacha miraba su movil mientras la señora le decía algo. ¿Por qué me interesaban esas mujeres?
Nympha bufó.
-¿Me escuchaste, Vincent?- dijo molesta. Parpadee.
-No.- ella bufó de nuevo.
-Te decía, que Albert le ha diagnosticado cáncer a tu abuelo... - susurró en voz baja, y algo rota.- Fue a tiempo, por lo que se está medicando, pero sabemos que su final es inminente.- la seguí mirando sin decirle nada, porque ya sabía de todos modos cuál era su propósito.
-Entonces, cariño, tu sabes los recientes problemas que ha tenido la empresa, y si sigue así podría caer en bancarrota, y perderíamos nuestro estilo de vida...
-Tú estilo de vida, querrás decir.- le dije un poco grosero, ella parpadeó frunciendo el ceño.
-¿Y de dónde crees que salieron todos esos millones que desperdiciaste en tu pequeño viaje aventurero?- dijo y sonó molesta. Tenía un punto, pensé para mis adentros mientras degustaba del café, sintiendo el dulce-amargo sabor en mi garganta. Nympha continuó hablando pero yo ya no le dije nada, ni siquiera parecía escucharla, porque entendí cuál era el motivo por el cual me habían pedido regresar: querían que me hiciera cargo de la empresa. Un pequeño coraje invadió mi interior, pero de todos modos ya me lo venía venir. Me iban a utilizar nuevamente, iba a ser la marioneta tanto de Voltaire nuevamente, como de mi abuela y todos los miembros de la mesa ejecutiva de la empresa. Apreté fuertemente los puños.
-¿Cariño?- dijo tocando mi mano, sacándome de mis pensamientos. Parpadee y la vi preocupada. Suspiré, porque de todos modos ella era mi familia al igual que Voltaire, y a pesar de nuestras diferencias, no podía abandonarlos. Al menos, no ahora que me necesitaban.
No dije nada, y ella entendió mi silencio, y mientras esperábamos al camarero, la belleza exótica se levantó acompañada de la mujer pelirroja, y yo no podía apartar mi vista de su dulce, redondo y perfecto trasero. Dios, cómo me gustaría tomarlo, pensé mientras la veía salir por la puerta.

De regreso, pasamos por la empresa familiar. Biocorp era la empresa más grande de toda y Europa, y la quinta en todo el mundo. Era un enorme edificio de veinte pisos, todo cristalino, con varios edificios a los lados con las diferentes áreas a tratar. Entramos en el estacionamiento, y mientras Nympha alisaba su cabello, yo miré por el espejo a Tasha: sus ojos azules me penetraban desde el instante en el que había llegado a Rusia, y yo solo quería penetrarla a ella. Sonrió débilmente, porque estaba seguro de que sabía cuáles eran mis intenciones.
-No tardaremos, querida.- dijo Nympha. Yo la miré.- Vamos.
-¿Es en serio?- le dije enojado.
-Sí, anda.- me bajé a regañadientes del auto y caminé detrás de ella. El único sonido que se escuchaba era el de sus tacones contra el liso suelo. Suspiré.
-No tiene caso que te enojes, cielo. Sabes que de todos modos la empresa pasará a ser tuya cuando Voltaire no esté.- y se retocó el lápiz labial.
-No pienso hacer mi vida aquí, y ni pretendo hacerme cargo de la empresa.- contesté molesto.
-Querido.- se detuvo antes de entrar a la recepción.- Al menos inténtalo. Sabes que eres muy bueno para las finanzas y sin contar para la abogacía. La empresa pasará a ser directamente tuya... - y llegamos a la recepción, un enorme y brillante espacio iluminado con un candelabro precioso. La recepcionista, quien no era la mujer que yo recordaba, se levantó de su lugar al vernos.
-Señora Valentine, joven Valentine.- dijo inclinando la cabeza. La chica era bonita, con la piel blanca motada con rubor rosa, labios rojos, cabello negro y un traje gris. No era linda.
-Buen día, Audrey.- y pasamos de largo, subiendo al elevador. No hubo ni un sonido desde el momento en que entramos al elevador, y nadie interrumpió, por lo que debían saber quién iba en el elevador. Mi teléfono sonó.:
*¿Estás en la ciudad? TALA.*
*Sí, voy con Nympha a la oficina de Voltaire*
*¿Así que ustedes impiden que lleguemos a nuestros trabajos?
*Nympha odia ir cerca de empleados.*
*Ya lo sé. Te veo arriba.*
*De acuerdo*
Guardé el teléfono y miré a Nympha, quien se miraba en el reflejo del espejo. Tan vanidosa como siempre. El elevador se detuvo y llegamos al piso de Voltaire. La recepcionista sonrió, ella era asiática, pero con el cabello teñido de rubio casi naranjoso, ojos muy claros y unas piernas de impacto. Me sonrió de oreja a oreja.
-Señora Valentine, joven Valentine.- asintió y caminó a la puerta. La recepción era de un color caoba con sillones blancos, un ventanal con un balcón, cortinas de tela egipsia, un florero, un pequeño jardín y dos puertas de enebro oscuro. V. VALENTINE, ponía una. S. DARKAR, decía la otra.
La asiática abrió la puerta y nos indicó entrar, sin dejar de sonreírme.
-Voltaire... - susurró Nympha entrando a la oficina con aire altanero, caminando hasta él. Voltaire levantó sus ojos violetas y la miró.  Ambas miradas se encontraron, y el momento fue demasiado íntimo, demasiado privado que me sentí un intruso. Nympha se apartó el cabello del rostro y se acercó a él, diciéndola algo, pero yo no escuchaba porque miraba cómo Voltaire la miraba: ellos llevaban aproximadamente unos cuarenta años de casados, y nunca había visto una sola demostración de cariño de parte suya. Nympha a veces era un poco romántica, solía convencerlo de salir de vacaciones, o ir a cenar a algún lugar, le regalaba detalles y de vez en cuando lo recibía con un beso. Pero Voltaire solo se quedaba parado, recibía los regalos y decía "sí" siempre a todo lo que ella quería. A los nueve años me di cuenta de que no era feliz y que no la amaba.
-¿Qué hacen aquí?- preguntó levantándose de su silla. Nympha comenzó a contarle trivialidades que él escuchaba sin ponerle realmente atención, mientras yo miraba la oficina: había cambiado desde la última vez que la había visto, pues ahora era blanca, espaciosa, con un ventanal y un balcón, persianas blancas, dos sillones color hueso, su silla color café, piso de enebro, su escritorio de caoba, una laptop y un estante donde tenía varias fotos y reconocimientos entregados a la empresa. Mientras ellos hablaban, caminé inconscientemente hacia el estante. Habían varias fotos de la empresa, y al rincón estaban las fotos familiares: en una estaban Nympha y Voltaire el día de su boda, ella se veía extremadamente feliz, y él solo sonreía. En la siguiente, estaba ella embarazada frente a la Torre Eiffel, después seguía donde habían nacido mi padre y mi tío Mikail, seguida por fotos de sus respectivas graduaciones, la boda de Mikail, el nacimiento de sus dos hijos, mi nacimiento, mi graduación, y muchas otras fotos. Pero hubo una donde tendría unos seis años, y estaba en los hombros de mi padre, quien sonreía. Fue el último viaje antes del accidente. Nuestras últimas vacaciones juntos.
-¿Vincent?- susurró Nympha, sacándome de mi trance. Ambos me miraban.- Le decía a Voltaire que deberían hablar sobre la empresa, cariño.- yo asentí, aún en trance.- Bien.- se volvió a Voltaire.- ¿Nos vemos cuando regreses?- él asintió. Nympha lo miró con dulzura y le plantó un beso rápido en los labios, y después se fue.
Voltaire y yo nos miramos. Era la hora de aclarar muchas cosas.

¿CÓMO COMENZAR TU JOURNAL?

¡Hola a todos y bienvenidos a mi blog! En el artículo anterior les enseñé ¿Cómo hacer un junk journal? y no morir en el intento paso a ...