Sobe una chica:

Mi foto
Tamaulipas, Mexico
Madre primeriza y escritora, con muy poco tiempo libre pero que le gustan las manualidades.

viernes, 1 de noviembre de 2013

2* Ameno

"Zhelayine" era el nombre del elegante restaurante donde estábamos.
Era espacioso, elegante, con un decorado al puro estilo ruso, solo que con colores más llamativos pero que no le quitaban su toque elegante. Era luminoso, con un ventanal de cristal que mostraba la parte trasera del lugar, donde parecía ser el lugar familiar. Enormes cortinas de satín cubrían las ventanas con forma circulas, las mesas eran de caoba fina, sin mantel y cada una tenía un florero con una singular flor dentro. No se repetía ni una sola vez.
Nympha escogió una mesa en un lado apartado, donde no todas las personas podían acceder. Se nos quedaron viendo y cuchichearon en silencio, y a pesar de los años, aún me molestaba demasiado que hablaran a nuestras espaldas. Solo una pareja de mujeres no giró la vista hacia nosotros. Nympha se sentó cuando le moví la silla, y después la seguí. Miré rápidamente hacia las dos mujeres que platicaban tranquilamente: una tenía más o menos la edad de Nympha, con el cabello naranja aunque con algunas cuantas canas a la vista y lo llevaba recogido en un moño sobre la cabeza, tenía la piel demasiado blanca y muchas pecas por todo el rostro. Se veía demasiado alegre y cuando sonreía su rostro se llenaba de arrugas.
La otra era totalmente diferente: era una perfecta belleza de piel canela, con el cabello largo, ondulado y con el color del ébano, tenía un delgado cuerpo de envidia con demasiadas curvas en proporcionados lugares, una hermosa nariz respingada se asomaba por su perfil y sonreía alegremente. Las miré detenidamente, ninguna parecía ser rusa y mucho menos turistas.
Nympha me tocó la mano.
-¿Qué ocurre, cielo?- preguntó alarmada. Aparté la vista de ellas.
-Nada, sólo que éste lugar no ha cambiado para nada.
-Claro que no.- dijo ella riéndose.
Las siguientes dos horas, mientras ella almorzaba, platicamos demasiado. Tanto sobre mi vida como la de ella, y después de mucho rodeo, la miré atentamente.
-Suelta la sopa ya, Nympha.- ella me miró por encima de su taza de café.- Sé que quieres decirme algo, se te nota.- sonrió, y dejó la taza sobre la mesa, y mientras ella decidía decirme o no, yo miré hacia las mujeres, quienes seguían ahí. La muchacha miraba su movil mientras la señora le decía algo. ¿Por qué me interesaban esas mujeres?
Nympha bufó.
-¿Me escuchaste, Vincent?- dijo molesta. Parpadee.
-No.- ella bufó de nuevo.
-Te decía, que Albert le ha diagnosticado cáncer a tu abuelo... - susurró en voz baja, y algo rota.- Fue a tiempo, por lo que se está medicando, pero sabemos que su final es inminente.- la seguí mirando sin decirle nada, porque ya sabía de todos modos cuál era su propósito.
-Entonces, cariño, tu sabes los recientes problemas que ha tenido la empresa, y si sigue así podría caer en bancarrota, y perderíamos nuestro estilo de vida...
-Tú estilo de vida, querrás decir.- le dije un poco grosero, ella parpadeó frunciendo el ceño.
-¿Y de dónde crees que salieron todos esos millones que desperdiciaste en tu pequeño viaje aventurero?- dijo y sonó molesta. Tenía un punto, pensé para mis adentros mientras degustaba del café, sintiendo el dulce-amargo sabor en mi garganta. Nympha continuó hablando pero yo ya no le dije nada, ni siquiera parecía escucharla, porque entendí cuál era el motivo por el cual me habían pedido regresar: querían que me hiciera cargo de la empresa. Un pequeño coraje invadió mi interior, pero de todos modos ya me lo venía venir. Me iban a utilizar nuevamente, iba a ser la marioneta tanto de Voltaire nuevamente, como de mi abuela y todos los miembros de la mesa ejecutiva de la empresa. Apreté fuertemente los puños.
-¿Cariño?- dijo tocando mi mano, sacándome de mis pensamientos. Parpadee y la vi preocupada. Suspiré, porque de todos modos ella era mi familia al igual que Voltaire, y a pesar de nuestras diferencias, no podía abandonarlos. Al menos, no ahora que me necesitaban.
No dije nada, y ella entendió mi silencio, y mientras esperábamos al camarero, la belleza exótica se levantó acompañada de la mujer pelirroja, y yo no podía apartar mi vista de su dulce, redondo y perfecto trasero. Dios, cómo me gustaría tomarlo, pensé mientras la veía salir por la puerta.

De regreso, pasamos por la empresa familiar. Biocorp era la empresa más grande de toda y Europa, y la quinta en todo el mundo. Era un enorme edificio de veinte pisos, todo cristalino, con varios edificios a los lados con las diferentes áreas a tratar. Entramos en el estacionamiento, y mientras Nympha alisaba su cabello, yo miré por el espejo a Tasha: sus ojos azules me penetraban desde el instante en el que había llegado a Rusia, y yo solo quería penetrarla a ella. Sonrió débilmente, porque estaba seguro de que sabía cuáles eran mis intenciones.
-No tardaremos, querida.- dijo Nympha. Yo la miré.- Vamos.
-¿Es en serio?- le dije enojado.
-Sí, anda.- me bajé a regañadientes del auto y caminé detrás de ella. El único sonido que se escuchaba era el de sus tacones contra el liso suelo. Suspiré.
-No tiene caso que te enojes, cielo. Sabes que de todos modos la empresa pasará a ser tuya cuando Voltaire no esté.- y se retocó el lápiz labial.
-No pienso hacer mi vida aquí, y ni pretendo hacerme cargo de la empresa.- contesté molesto.
-Querido.- se detuvo antes de entrar a la recepción.- Al menos inténtalo. Sabes que eres muy bueno para las finanzas y sin contar para la abogacía. La empresa pasará a ser directamente tuya... - y llegamos a la recepción, un enorme y brillante espacio iluminado con un candelabro precioso. La recepcionista, quien no era la mujer que yo recordaba, se levantó de su lugar al vernos.
-Señora Valentine, joven Valentine.- dijo inclinando la cabeza. La chica era bonita, con la piel blanca motada con rubor rosa, labios rojos, cabello negro y un traje gris. No era linda.
-Buen día, Audrey.- y pasamos de largo, subiendo al elevador. No hubo ni un sonido desde el momento en que entramos al elevador, y nadie interrumpió, por lo que debían saber quién iba en el elevador. Mi teléfono sonó.:
*¿Estás en la ciudad? TALA.*
*Sí, voy con Nympha a la oficina de Voltaire*
*¿Así que ustedes impiden que lleguemos a nuestros trabajos?
*Nympha odia ir cerca de empleados.*
*Ya lo sé. Te veo arriba.*
*De acuerdo*
Guardé el teléfono y miré a Nympha, quien se miraba en el reflejo del espejo. Tan vanidosa como siempre. El elevador se detuvo y llegamos al piso de Voltaire. La recepcionista sonrió, ella era asiática, pero con el cabello teñido de rubio casi naranjoso, ojos muy claros y unas piernas de impacto. Me sonrió de oreja a oreja.
-Señora Valentine, joven Valentine.- asintió y caminó a la puerta. La recepción era de un color caoba con sillones blancos, un ventanal con un balcón, cortinas de tela egipsia, un florero, un pequeño jardín y dos puertas de enebro oscuro. V. VALENTINE, ponía una. S. DARKAR, decía la otra.
La asiática abrió la puerta y nos indicó entrar, sin dejar de sonreírme.
-Voltaire... - susurró Nympha entrando a la oficina con aire altanero, caminando hasta él. Voltaire levantó sus ojos violetas y la miró.  Ambas miradas se encontraron, y el momento fue demasiado íntimo, demasiado privado que me sentí un intruso. Nympha se apartó el cabello del rostro y se acercó a él, diciéndola algo, pero yo no escuchaba porque miraba cómo Voltaire la miraba: ellos llevaban aproximadamente unos cuarenta años de casados, y nunca había visto una sola demostración de cariño de parte suya. Nympha a veces era un poco romántica, solía convencerlo de salir de vacaciones, o ir a cenar a algún lugar, le regalaba detalles y de vez en cuando lo recibía con un beso. Pero Voltaire solo se quedaba parado, recibía los regalos y decía "sí" siempre a todo lo que ella quería. A los nueve años me di cuenta de que no era feliz y que no la amaba.
-¿Qué hacen aquí?- preguntó levantándose de su silla. Nympha comenzó a contarle trivialidades que él escuchaba sin ponerle realmente atención, mientras yo miraba la oficina: había cambiado desde la última vez que la había visto, pues ahora era blanca, espaciosa, con un ventanal y un balcón, persianas blancas, dos sillones color hueso, su silla color café, piso de enebro, su escritorio de caoba, una laptop y un estante donde tenía varias fotos y reconocimientos entregados a la empresa. Mientras ellos hablaban, caminé inconscientemente hacia el estante. Habían varias fotos de la empresa, y al rincón estaban las fotos familiares: en una estaban Nympha y Voltaire el día de su boda, ella se veía extremadamente feliz, y él solo sonreía. En la siguiente, estaba ella embarazada frente a la Torre Eiffel, después seguía donde habían nacido mi padre y mi tío Mikail, seguida por fotos de sus respectivas graduaciones, la boda de Mikail, el nacimiento de sus dos hijos, mi nacimiento, mi graduación, y muchas otras fotos. Pero hubo una donde tendría unos seis años, y estaba en los hombros de mi padre, quien sonreía. Fue el último viaje antes del accidente. Nuestras últimas vacaciones juntos.
-¿Vincent?- susurró Nympha, sacándome de mi trance. Ambos me miraban.- Le decía a Voltaire que deberían hablar sobre la empresa, cariño.- yo asentí, aún en trance.- Bien.- se volvió a Voltaire.- ¿Nos vemos cuando regreses?- él asintió. Nympha lo miró con dulzura y le plantó un beso rápido en los labios, y después se fue.
Voltaire y yo nos miramos. Era la hora de aclarar muchas cosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿CÓMO COMENZAR TU JOURNAL?

¡Hola a todos y bienvenidos a mi blog! En el artículo anterior les enseñé ¿Cómo hacer un junk journal? y no morir en el intento paso a ...