Sobe una chica:

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Tamaulipas, Mexico
Madre primeriza y escritora, con muy poco tiempo libre pero que le gustan las manualidades.

miércoles, 3 de mayo de 2017

RETO 30 DÍAS DE ESCRITURA

HÉROE;


El cielo se quejó como nunca antes lo había escuchado, como si mil tambores hubiesen sido golpeados al mismo tiempo. Acto seguido, cayó la lluvia.
Mientras las gotas de agua, fría a causa del temprano viento del invierno, caían sobre su cuerpo, no pudo evitar preguntarse lo que llevaba tiempo evadiendo: ¿estaba bien lo que había hecho?
Durante toda su vida, la cuál consideraba todavía era muy corta, se había dedicado a ayudar a los necesitados.
No había pasado ningún día en que no diese la vida por el débil, por el herido, por el maltratado, por el humillado; su mente, tan nublada como el cielo mismo que desataba su ira sobre él, lo llevó a esos años inocentes de su niñez, donde corría, jugaba en la tierra, comía lodo y perseguía a sus hermanas en el enorme jardín del castillo donde nació, mojándose los pies con el agua del estanque que rodeaba la entrada o trepando los árboles que adornaban todo el perímetro.
Se vio de pronto en guardia frente a su honorable padre, ambos presentando sus armas con respeto y batiéndose en su duelo gallardo y amistoso, con su madre como testigo y sus hermanas apoyando al fondo.
Se perdió en la sonrisa de su madre, aquella que iluminaba y daba calor más que el sol, y luego le tendió los brazos, en los cuales se fundió hasta perderse en su olor.
Recordó las risas de sus hermanas, aquellas que hace muchísimo había olvidado, siempre que las perseguía por todo el castillo hasta atraparlas. Las noches escondidos debajo de las sábanas, contando las historias de terror de los libros en la biblioteca de su padre o simplemente durmiendo abrazados.

La espada se resbaló de sus manos, las cuales temblaron, y sintió cómo el enemigo, su gran rival, se iba alejando de su lado. Le oyó decir muchas cosas, incluso hasta una risa, pero todo había dejado de darle importancia en el momento en que sintió el dolor intenso golpear su pecho, y la sangre desbordarse de su boca y de su herida.
Y lo vio todo.

Vio su vida heroica desde su niñez: el león que mató para defender a los aldeanos, el ladrón de joyas reales, el asesino de mujeres de la Ciudad Real, los dragones que tuvo que cazar, los ogros, las brujas, los monstruos. 
Cada hazaña heroica que realizó, cada sonrisa que le dieron, todos los trofeos que ganó, las alabanzas que recibió.
Y, finalmente, la voz de aquella dama lo sacó de la penumbra, llamando su nombre.

Cayó de espaldas contra el suelo y la vio acercarse a él, tomando su cabeza entre sus piernas y llamándolo desesperadamente. ¿Qué le decía? No sabía. Era como oírle debajo del agua.
Sintió sus manos cálidas presionar sobre su herida y sus labios, por primera vez, besarle. Sus ojos le decían "no me dejes" pero él no podía hacerle caso.
Abrió los ojos lo más que pudo, para no perderse ni un centímetro de su belleza, y levantó la mano hacia su mejilla, la cuál quedó completamente manchada de sangre. Quiso decirle lo feliz que estaba, que de todo lo que había logrado a lo largo de su corta vida, salvar la suya había sido la más grande y ver esa sonrisa, impregnada en lágrimas, era el premio por el cuál valía la pena todo el sufrimiento por el cual estaba pasando.

"Al menos, está a salvo", pensó y, finalmente, cerró los ojos.

Le habría gustado ver qué sucedería después de eso, pero ya no tenía fuerzas para nada, aunque un último recuerdo cruzó por su mente.

Esperaba que su hazaña fuese recordada heroicamente durante generaciones. Por los siglos de los siglos.

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