Sobe una chica:

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Tamaulipas, Mexico
Madre primeriza y escritora, con muy poco tiempo libre pero que le gustan las manualidades.

sábado, 11 de enero de 2014

9*Magnetismo

Me encontraba detrás de mi escritorio leyendo las propuestas a lanzar al mercado, orgulloso.
La verdad es que aún con todos mis demonios, carajo que yo era un buen empresario.
-Deberías dedicarte a esto, cariño.- dijo una mujer. Levanté la vista de mi ordenador y Nympha estaba ahí parada, sonriendo.- Hola, cielo.- dijo y caminó hasta mí.
Después de la pelea con Voltaire hace semanas, ambos habían estado extrañamente distantes y nunca veía a mi abuela, pero ahora estaba ahí parada frente a mí, con su sonrisa angelical y algo que no había notado hasta ese momento.
-¿Qué te hiciste?- le susurré horrorizado, ella sonrió, tocando su cabello.
-¿Te gusta?- dijo caminando hacia mí: Nympha siempre decía que una mujer aceptaba su vejez en el momento en que se deshacía de las cosas que amaba, y siempre había dejado en claro que un cabello largo y sedoso era lo que más adoraba en la vida, ahora la veía completamente diferente con sus cabellos cortos al nivel de las orejas pero perfectamente pintados con luces rubias sobre sus cabellos del mismo color, dandole no solo una apariencia más adulta sino también hermosa.
-Te queda bien.- le dije volviendo al ordenador, ella se sentó en la silla frente a mí, y ahí se quedó. Seguí con mi trabajo, ignorandola por completo,pero ella simplemente no se iba, y después de mucho rato de silencio, habló:
-¿No necesita tu oficina más...- levanté la vista del ordenador.- color?
-No.
-Pero se ve tan triste.- entonces se levantó y comenzó a inspeccionar todo.- Deberías colocar fotos aquí, o tener alguna plantita o algo.- luego miró hacia el ventanal.- Y definitivamente levantar un poco las cortinas.- caminó hacia el estante donde no había nada más que documentos de la empresa. La ignoré lo más que pude pero el sonido de sus molestos tacones me distraía por completo, luego revolvía y revisaba muchas cosas, y caminaba. Finalmente me harté, azoté la mano en el escritorio, ella se giró a mí y la puerta se abrió.
-¿Señor Valentine?- culo divino se asomó y me alivié. Entró con su andar ligero y dulce, tan sensual a la vez.- Disculpe.- se giró a Nympha.- Buenas tardes, señora Valentine.- se inclinó y luego se giró a mí.- Tiene una llamada de Velvet, señor.
-¿Por qué no llamaste por el comunicador?- dije enojado de que me interrumpiera, pero ella no se inmutó.
-Lo hice, pero parece estar desconectado.- me fijé debajo de mi escritorio, y efectivamente no había ningún cable.
-Era obvio.- pensé, porque en todo el día nadie me había molestado. Me levanté y caminé a su oficina.- Pide que lo arreglen.
-Ya lo hice, señor.- dijo, la miré: sus ojos tan curiosos me miraron luego asentí.
-¿Te vas, querido?- dijo Nympha, me giré a ella.
-Regreso.- y caminé al pequeño escritorio de culo-divino, seguido por ella, me detuve en su escritorio, el cual no me había tomado la molestia de ver: estaba perfectamente todo ordenado, con todas sus cosas en su lugar, y a la vez se veía tan... colorido. Tomó el teléfono y me lo entregó.
-Vincent.- dije, del otro lado un hombre habló.
-El vasallo.- dijo con gesto burlón.
-Cuelgo.- dije enojado, pero el hombre habló de nuevo.
-No, basta chico, es  broma.
-Odio perder mi tiempo, Alfred.- dije furioso. Alfred Norton era el vicepresidente de Veltet Company, la competencia más importante a parte de Darkar Enterprises y Takimura & Co.
-Que carácter, Vincent, deberías ser tan amable y dulce como esa secretaria linda que tienes.- e instintivamente miré a la chica, quien estaba preparando café, con su bonito trasero enfundado en una decente falda negra larga, subí mi mirada hasta que me encontré con sus ojos, y rápidamente volví a lo mío.
-No entendí una mierda.- le dije, culo-divino fue a mi oficina con el café.
-Lo supuse, pero bueno, planeamos una reunión antes de la cena de Darkar Enterprises, ¿creen poder estar ahí?
-Sí.
-Bien, le dejaré a tu secretaria la información.
-Alfred...
-Jajaja- se rio el miserable.- Solo le dejaré información, de verdad. Le enviaré un fax.
-Adiós.- y colgué. Fui a mi oficina y lo que sucedía allí era muy raro: culo-divino estaba parada frente a Nympha, con la taza de café en sus manos, mientras ésta la miraba con una mirada completamente extraña. Me vio y se alejó.
-Oh, cariño.- dijo y caminó a mi lado.- Te tardaste.
-¿Qué mierda quieres aquí, Nympha? Tengo trabajo.- dije mientras caminaba a mi escritorio.- Deja eso, puedes irte.- le dije a Noiholt, ella asintió y extrañada caminó a la puerta. Miré a Nympha.- ¿Qué carajos hacías?- le dije, ella se sentó nuevamente y tomó el café.
-Miraba a tu secretaria.- dijo bebiendo.
-No es mi secretaria, es una mensajera.- dije.
-Parece tu secretaria.- dijo mirándome por encima de la taza.- Es muy... bonita.- dijo. La miré.- ¿Qué?
-¿Sucede algo con la mensajera?- ella torció el gesto, luego dejó la taza en mi escritorio.
-Llámame loca, cariño, pero he visto esos ojos en otro lugar.- levanté una ceja.- Cielo, en serio, ya había visto a esa chica antes.
-Es un artista de circo, creo.- le dije volviendo a mi ordenador, segundos después Noiholt entró y dejó el fax de Alfred, Nympha la miraba como si fuera una obra de arte.
-¿Quiere que lo agende o primero debo consultas con el señor Valentine?
-Yo le diré, agendalo por pronto.- asintió.
-Con permiso.-nos dijo y se fue.
-¿Artista de circo?- dijo levantando la ceja.
-Eso dijo Sasha.
-¿Qué hace una cirquera aquí?
-Pregúntale eso a tu esposo. A todo esto, ¿por qué no has ido a verlo?- ella bebió café de nuevo, bufé.- ¿Sabes? A la mierda. Largo de aquí antes de que me enoje.
-No estoy haciendo nada, cariño.- me levante y la jalé del brazo, abrí la puerta y lo que vi no me gustó para nada: Noiholt estaba parada junto a la copiadora, con varios papeles en su mano, y a su lado estaba Mierda Heizenberg, sonriéndole alegremente, y no entendía por qué aquello me molestaba tanto. Quizás porque quería ser yo el primero en acostarse con ella.
El imbécil me miró y luego ella. Dejó de sonreír.
-Tú.- dije enojado, ella parpadeó.- Lleva a la señora Valentine a la oficina de Voltaire.- ella asintió, dejó los papeles a un lado de la copiadora y caminó hacia nosotros.- Y por favor, póngase a trabajar, que no se le paga para coquetear.- le dije, ella se detuvo en seco, mirandome unos segundos con sus ojos extraños abiertos, luego, asintió y por primera vez vi una emoción en su rostro.
-¡Vincent!- dijo Nympha llamando mi atención.
-Por aquí, señora Valentine.- dijo ella conduciendo a Nympha al elevador. Klaus, quien estaba parado todavía, me miró.
-Demasiado brusco con la chica nueva, Vincent.
-Métete en tus asuntos, Klaus.- dije caminando a mi oficina, él bufó.
-¿Es cierto lo que dicen por ahí?- me detuve.- ¿Qué es la prometida de Pavel Darkar?
-No lo sé, y no me interesa.
-Debería.- dijo caminando al elevador.- Podría traernos grandes ventajas. Adiós, Vincent.- y se perdió tras las puertas.

Horas después, comía tranquilamente en la cafetería usual, sin ser molestado por nada ni nadie. Había apagado mi celular porque realmente estaba molesto con todos y cada uno de los seres humanos que habitaban la Tierra.
La mesera dejó mi almuerzo y se fue sin antes lanzarme una mirada coqueta, la cual ignoré por completo. Y mientras  dejaba que el olor delicioso de la carne se fundiera con mis pensamientos, divagué: ¿por qué había vuelto? ¿Realmente quería ayudar a Voltaire? ¿Lo estaba haciendo por él? No.
Yo sabía que la realmente no quería estar aquí, odiaba Rusia con todo mi ser, pero no entendía realmente por qué mierda había regresado; solo quería terminar todo esto y regresar a América para volver a pasarme dos años viajando, llenandome de tierra hasta las orejas mientras buscaba algo de interesante en mi vida, porque al menos si en algún momento Voltaire decidía desheredarme, podría mantenerme siendo arqueologo. Y tampoco era como si me gustara mucho, porque me recordaba mucho al desgraciado de mi padre.
-¿Señor Valentine?- una voz de mujer me sacó a la superficie, y entonces ahí estaba ella: parada mirándome con sus ojos seductores. No contesté, no porque no quisiera hacerlo, sino porque, una vez más, ella me dejaba fuera de lugar, mirándome de esa manera que sólo podía interpretar como un grito de deseo, de ella pidiendome que la tomara de todas las maneras que quisiera. Que deseaba ser mía.
-Disculpe que lo moleste, señor.- silencio.- Pero, el señor Valentine me pidió que lo llamara a una junta.- no dije nada, entonces comencé a comer.- ¿Señor?
-Cállate.- le dije, ella apretó los puños. Valiente.- Siéntate.- le ordené, pero ella no obedeció. Seguí comiendo mientras miraba mi laptop, entretenido con mi nueva idea para posicionar a Biocorp en la cúspide y largarme de ahí, y mientras devoraba alegremente mi almuerzo, finalmente se sentó.
Ninguno dijo nada, solo nos quedamos ahí en silencio, mientras el único sonido que se escuchaba era el de los cubiertos.
-Aquí tiene, señor.- dijo una mesera, quien dejó mi taza de café, y no fue necesario girarme a verla porque ya sabía lo que pensaba.- ¿Desea algo, señorita?- le dijo a regañadientes y de muy mala manera.
-No, gracias. Estoy bien.
-¿Están en una cita o algo?- preguntó con ese mismo tono de voz, y por la mirada de Noiholt, no le había gustado la pregunta, su ceño se frunció y sus ojos adquirieron una mirada amenazadora.
-De ninguna manera.- contestó con tono seco, la mesera asintió y se alejó alegremente, entonces nuestros ojos se encontraron, y vi lo que ella había notado: que teníamos la misma deficiencia ocular. Movió sus labios, pero luego los cerró, y apartó la vista de mí.
Y permanecimos en total silencio todo lo que duró mi almuerzo; ninguno se miró ni siquiera parecía que fuéramos amigos... y aún así, me sentía en total tranquilidad y comodidad. No era ninguna molestia, incluso parecía que me agradaba su compañía.
Finalmente terminé de comer, y me levanté.
-Vuelva pronto, señor.- dijo la mesera junto a sus compañeras, pero las ignoré. Noiholt comenzó a caminar, varios centímetros detrás de mí, como si fuera mi guardaespaldas o mi esclava. No dijimos nada nuevamente, y subí a mi auto, ella se quedó parada al lado de la puerta del copiloto.
-¿Vas a quedarte ahí?- dije fastidiado, ella parpadeó y subió. El trayecto fue largo y silencioso, y me pregunté si alguien la había dejado en la cafetería o si Voltaire la había obligado a caminar todo el trayecto en esos tacones del diablos; bueno, ese era su trabajo.
Entonces mi teléfono sonó, y al ver el identificador me indicó que era Natalie... y por alguna razón no contesté, entonces mi vista periférica captó las hermosas piernas de Noiholt envueltas en la fina tela de sus medias color piel; eran tan perfectas que incluso podía ver la marca de sus músculos.
Quería tocarlas...
Entonces nos miramos, y la sensación que sentí al verla fue... diferente.
Sus ojos tan peculiares se clavaron en los míos y por la expresión que cruzaba en ese momento, algo había visto que la impresionó. Su pequeña y hermosa boca se abrió un poco, tragó saliva y su pecho subía y bajaba, luego parpadeó un par de veces, y yo no pude contenerme ni un segundo más.
Tomé su rostro entre mis manos y sin esperar aviso clavé mis labios sobre los suyos. No hubo ninguna protesta y tampoco me apartó, pero sus ojos aún miraban los míos, así que profundicé el beso; con una mano sostenía su rostro y con la otra apretaba con fuerza su cintura, deseando tener más contacto, porque esa molesta tela me estaba fastidiando, hasta que se rindió.

Mientras mi lengua invadía su interior, ella me apretó fuertemente los hombros, rasgando con sus uñas sobre la tela del saco. Suspiré y ella gimió en mi boca, provocando una de por sí enorme erección, por mi no hubiera habido ningún problema en hacerla mía ahí mismo, pero Tasha se había detenido, anunciando que ya habíamos llegado a la empresa. Pero no nos separamos.
-Señor.- interrumpió ella, y luego se separó de mí. Sus ojos estaban oscuros por la excitación.
-Lo sé.- dije, con nuestros rostros a centímetros. Me mordí los labios y ella se acomodó.
Salió primero y se alisó el cabello, luego de ordenarme, Sasha abrió mi puerta y me bajé. Caminé hasta Noiholt y ella me miró.
-La próxima vez, espera a que yo te abra la puerta.- le dije enojado y comencé a caminar. Odiaba tanto a las mujeres que querían hacerse las independientes, de verdad no las toleraba, eran ese tipo de feministas que decían no necesitar de un hombre y sabían que eran muy hipócritas. Ella comenzó a caminar detrás de mí.
-Lo siento señor, pero creo que puedo abrir una puerta yo sola.- dijo con un tono de voz seco y luego la miré. ¿En serio había dicho eso?
-No lo dudo.- contesté de igual manera.- Pero no lo haga cuando viaje conmigo, por favor.- le pedí intentando contenerme, pero ella siguió.
-Pues se lo agradezco, pero no estamos en la prehistoria, señor Valentine.
-¿Disculpe? ¿Ser caballeroso es ser un anciano?- le dije en tono seco.- No sea tan feminista, señorita Noiholt.
-No soy feminista.- contestó.- Pero no es necesario que haga esas cosas. No las necesito.- y sus ojos adquirieron un matiz seco que jamás había visto en otra mujer que no fuera Nympha. No quería seguir discutiendo, así que volví a caminar hacia el elevador, con ella detrás de mí.
El viaje fue tenso, y lo que había sido una escena íntima y grandiosa en la limosina se transformó en un momento incómodo; miraba de reojo hacia si dirección y su rostro seguía siendo esa máscara de piedra helada, ¿cómo era eso posible? ¿por qué esa chica actuaba de esa manera? Y lo único que se me ocurrió es que quizás se sentía culpable por dejar que la besara y aún amaba a Pavel.
Y no podía dejar de sentirme de esa manera tan extraña.
Finalmente, el elevador llegó a la oficina de Voltaire, ella salió primero y caminó hacia la oficina de Sasha, pero yo esperé y luego fui con Voltaire.
Estaba sentado mirando hacia el ventanal, con una expresión seria y fría, luego se giró.
-Necesito hablar de algo muy importante, Vincent.- dijo sin rodeos, me senté.
-¿Qué es? ¿Te asustó el nuevo look de Nympha?- le dije en burla, pero él no se inmutó. Eso era raro.- ¿Qué ocurre?
-Los Darkar me mandaron el precio por el cual van a comprar la empresa.- dijo y me entregó una hoja azul, donde Khalil ofrecía una increíble cantidad de dinero por Biocorp, de esa manera asegurando el futuro de su familia y pidiendo que Sasha se convirtiera en la dueña.
-Dijeron que podíamos quedarnos en ella, pero que el nombre cambiaría y formaría parte de la cadena de su familia.
-Es una mierda, Voltaire.- dije molesto.
-Debemos venderla.
-No. Mientras yo esté aquí, ni creas que harás una estupidez. Hemos subido y no pienso permitirlo.
-No se trata de lo que pienses.
-Ni mucho menos de tus miedos.- le contesté molesto.- No harás nada y punto.
-¿Quién te crees que eres para darme ordenes?- dijo furioso.- Harás lo que yo te diga.- se levantó y comenzó a servirse whiskey.- Mañana hablaremos con Boris, vendrá.- y mi cuerpo se heló seguido por un escalofrío que lo recorrió por completo, pronto dejé de escuchar lo que Voltaire decía porque lo único que pasaba por mi cerebro era que Boris llegaba en menos de doce horas.
No pude evitar recordar todos esos años en la Abadía, siendo humillado y torturado de miles maneras, y que esos dos hombres eran los culpables. Mi cuerpo necesitaba  azucar.
-¿Me estás escuchando, Vincent?- dijo él, pero yo no podía contestar. Lo escuché llamarme varias veces pero mi cuerpo no respondía, "muévete" me ordené a mí mismo, pero nada, entonces me sacudió y como un reflejó alejé su tacto de mi cuerpo.
-No me toques.- le dije apenas en un susurro.
-¿Qué diablos te sucede?
-Me voy.- dije, aunque no para él. Me levanté y caminé lo más rápido que pude a la salida; sólo quería escapar de ahí, pero entonces me tomó el hombro.
-¿Qué sucede contigo, imbecil?- dijo enojado, yo sacudí su mano.
-No me toques.- le gruñí.
-¿Quién demonios te crees que eres, idiota?- dijo furioso. Sus ojos violetas delataban rabia.- ¿Cómo te atreves a hablarme así?
-Aléjate de mí.- le gruñí, iba a irme pero su agarre me lo impidió, acorralandome contra la pared.
-No creas que puedes hablarme e irte.
-Voltaire.- y las personas que estaban ahí miraron.- Aléjate.
-Tú harás lo que yo te diga, ¿entiendes?- dijo.
-Jamás.- le bramé.- Y será mejor que te hagas a la idea, porque ya no tienes poder sobre mí. Ni sobre esta empresa... - y antes de terminar, su puño atravesó mi rostro, ladeándolo contra la pared. Oí el ligero grito de una mujer, pero la rabia me impidió saber quien era; mi lengua ardía, mi carne quemaba y mi sangre hervía como ya tenía años que no lo hacía. El silencio se prolongó y oi una puerta cerrarse, miré a Voltaire y él a mí, esa mirada furiosa que hace años no veía, la razón por la cual me había ido.
Me alejé de él y caminé al elevador, el cual pillaba anunciando que alguien bajaba, las puertas se cerraron finalmente.
Y mientras bajaba golpee muchísimas veces los botones, furioso y con los nervios a flor de piel, entonces el elevador se detuvo de golpe, y las luces parpadearon, miré al techo y por primera vez noté la presencia de quien estaba ahí conmigo.
Los ojos bicolor de Noiholt me miraron sin ninguna expresión.
Maldita suerte la mía.

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