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Madre primeriza y escritora, con muy poco tiempo libre pero que le gustan las manualidades.

sábado, 26 de julio de 2014

Deshojando margaritas

El amor es como tener un jardín: tienes que ponerle atención, regarlo constantemente, asegurarte de que esté plantado en un lugar correcto, arrancar las malas yerbas que amenacen con marchitarlo, cuidarlo de cualquier roedor que pretenda dañarlo y esperar a que floresca lentamente, porque sabes que una vez que las malas cosas pasen, una maravillosa planta surgirá de ella, y esa planta será vida algún día.
Pero, si por el contrario, lo único que haces es dejar al jardín a su suerte y no te ocupas de el estarás condenándolo no solo al marchito sino también a que alguien más note que ese jardín podría florecer como realmente debe, llegue y se ocupe de el y de paso a una historia totalmente diferente.
Está también la posibilidad de que aquellos jardineros crean que, por tener vida propia, puedan valerse por sí mismas sin necesidad de atención, pretenden hacer entender que la vida debe vivirse sin necesitar de nadie, pero eso no es lo que sucede normalmente con algunas formas de vida. Aunque Dios nos dio la capacidad de valernos por nosotros mismos, hay algunas que realmente necesitan de otros, después de todo: qué es la vida si no puedes compartirla con alguien más? se puede llamar a eso vivir?

Me dijo alguien una vez que: LA ROSA MUERE POR EXCESO DE SOL, PERO TAMBIÉN POR FALTA DE AGUA.

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