Sobe una chica:

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Tamaulipas, Mexico
Madre primeriza y escritora, con muy poco tiempo libre pero que le gustan las manualidades.

domingo, 1 de diciembre de 2013

4* Primer día

Y una mierda, odio despertarme temprano.
El despertador sonó y lo dejé ahí mientras me quitaba el sueño de encima. Miré hacia el techo y me levanté, entonces el estante se movió. Me estiré para mirarlo: supongo que lo único bueno que podría decir de mi padre es que me dejó un increíble gusto por la arqueología; es lo mínimo, ya que el miserable había sido un arqueólogo innato muy famoso. Entonces, recordé las últimas palabras que me dijo: "No me odies."
Y una mierda, pensé mientras salía de la cama. Odiarlo ha sido lo único que me ha mantenido en pie todos estos años.

Nymphadora miraba perdida la fotografía familiar cuando bajé las escaleras.
Estaba tan absorta que no se dio cuenta de mi presencia hasta que hablé:
-Buenos días.- le dije, ella se giró y parpadeó al verme. Sus ojos mostraban que había estado llorando.
-Cielo, oh, Dios, que guapo te ves.- me dijo pero su voz sonaba apagada.
-¿Voltaire?- ella se encogió de hombros.- Bueno, me voy.
-¿Irás a verlo, cariño?- asentí.- Que te vaya bien, amor.- y se giró a la foto nuevamente.
Mientras salía lo único que pensaba es que se había vuelto jodidamente loca.
Tasha estaba parada frente a la limosina, mientras Ross hablaba con ella; por la expresión del rostro de ella, no parecía interesarle en nada lo que él le decía, pero como siempre ella era muy educada.
-Tasha.- la llamé y ella se giró. Casi sonrió al verme. Solo casi.
-Señor.
-Buenos días, señor Vincent.- me saludó Ross con su acento irlandés. Asentí.
-Llévame a Biocorp.- le dije y ella asintió, abriendo mi puerta. Ross nos despidió con un saludo, muy alegre.- Odio a ese tipo.- le dije mientras ella conducía por la avenida. Me miró por el espejo retrovisor.
-Es amable.
-Le interesas.- le dije mientras miraba mi móvil. Seis llamadas de Ian y dos de Natalie. Mientras pensaba seriamente si responderle o no, Tasha frenó en seco, y yo casi salí disparado hacia adelante.- ¡¿Qué mierda te pasa?!- le grité enojado, y miré al frente, donde una chica estaba parada, sosteniendo varias cosas en las manos. Tasha se bajó, le dijo algo, ella asintió y después de comprobar si estaba bien, salió corriendo de nuevo. Reanudamos nuestro viaje.
-Disculpe, señor.- dijo mirándome.
-Deja de ser tan formal, por Dios.- ella parpadeó.
-Vincent...
-Mucho mejor.- y sonreí, ella me imitó.
-¿Por qué volvió, señor?- preguntó, entonces parpadeó.- Vincent.
-No lo sé- y me recosté en el asiento.- Odio éste lugar.
-Lo sé.- contestó.- ¿Por qué volviste?- y su pregunta quedó flotando en el aire.
¿Por qué había vuelto? Ni yo mismo lo sabía.

Tasha se detuvo en frente de las oficinas, y yo bufé.
-Que tenga un buen día, señor.- dijo sonriendo. Me reí.
-Si me das un beso antes de irme, será perfecto, cariño.- y ésta vez ella no pudo evitar reírse. Me bajé y suspiré fuertemente antes de entrar. Iba a ser el primer día de mi miserable vida de mierda.
Mientras caminaba hacia la oficina principal, vi a Ian en la recepción hablando con una chica de traje azul oscuro, cabello largo, ondulado y negro y un maldito trasero que me dieron ganas de tomar ahí mismo. Él se veía molesto por algo, y hablaba por su celular, la chica entonces negó y otra mujer se acercó a ella. Ian se veía muy enojado, y después de maldecir a quien le hablaba, cerró el celular y caminó hacia el elevador.
Se detuvo al verme.
-Odio a la gente inútil.- me dijo mientras presionaba el botón para subir. Me quedé mirando el ascensor. Dios sabía que los odiaba.
-Creo que todos.- la puerta se abrió y entramos.
-¿Qué haces hoy aquí? Y vestido tan formalmente... - y después de que no le contesté, sonrió.- ¡Amigo, vaya! ¡Hasta que sientas cabeza!- y me golpeó levemente el hombro. Yo estaba nervioso.- Esa Natalie debe ser muy persuasiva... - y entonces, me molesté. Diablos, como odiaba que mencionaran su nombre, en serio. El elevador se detuvo, y varias personas entraron, lo que hizo que comenzara a sentirme desesperado. Me recargué contra el barandal mientras las seis mujeres que estaban ahí me miraban, calientes. Pero yo no podía ver nada más que la puerta, porque debía concentrarme en no perder los estribos. En el octavo piso, todas las chicas se bajaron, y una entró cargando unas cajas.
-¿Me estás siguiendo, acaso?- oí decir a Ian. Ella se puso de espaldas a mí, por lo que solo pude ver su ondulado cabello negro.
-Tú me persigues.- le contestó con una voz clara, serena y melodiosa. Era una hermosa voz.
-Yo trabajo aquí.
-Yo también... más o menos.- dijo y ambos se rieron.
-¿Por qué presiento que Klaus está explotándote?- le dijo de pronto Ian, ella le contestó algo, que no entendí porque estaba comenzando a marearme. Decidí concentrarme en algo antes de que me pusiera a gritar como loco. Ella giró su cabeza hacia Ian, y la oí reírse. Mire su largo y ondulado cabello, y me concentré en eso: normalmente las chicas arreglaban su cabello para ir a trabajar, pero ella parecía que acaba de despertarse, y aún así se veía muy bonito. Noté unos destellos castaños en la espesura negra de su cabello, y me perdí; mis ojos bajaron hacia su redondo, firme y perfecto trasero. De pronto, mis pensamientos solo eran las mil maneras en las que me gustaría poseer ese divino y exquisito trasero. ¡Lo que le haría!, pensé mientras la vi cambiar de lugar una de sus largas y torneadas piernas.
-¿Vincent? ¿Estás bien?- oí que preguntó Ian. Levanté la vista a regañadientes del trasero divino y vi a Ian preocupado.
-Sí.
-¿Seguro? No te ves bien... - pero antes de contestar, el elevador se detuvo. La chica se despidió de Ian y salió casi corriendo, moviendo su divino trasero. Ian caminó y yo lo seguí.
-¿Qué piso es?
-Oficina de Voltaire, chico.- juntó las cejas.- Te ves pálido, ¿seguro que estás bien?- no le contesté. Caminé hacia la oficina esperando no desmayarme.
La recepción del piso de Voltaire era, como esperaba, perfecta: paredes blancas con un ventanal decente, sillones de cuero blanco con franjas negras, una mesita de café negra, cuadros de arte abstracta, y una chica asiática de cabello castaño y ojos claros atendiendo. Me sonrió al verme.
-Buenos días, señor, ¿en qué puedo ayudarlo?- dijo con un acento inglés. Joder, me gustaban las chicas inglesas.
-Voltaire Valentine.- le dije.
-¿Tiene una cita?- dijo mirando una libreta. Me reí. Odiaba a las nuevas, nunca sabían quién era, y antes de poder contestarle, la chica trasero-divino caminó cargando una caja.
-Ming, ¿se encuentra la señora Darkar?- preguntó. Miré una vez más ese culo suyo, tan perfecto bajo esa molesta y sexy falda.
-No, creo que dijo que iría con el señor McLord a Velvet. ¿Quieres que la llame?- trasero-divino se apartó el cabello.
-No, gracias Ming.- y se fue por el mismo lugar por donde habia venido. Ming me miró, y yo caminé hacia la oficina de Voltaire. Entré sin tocar, y él estaba sentado en su silla, mirando varios papeles con gesto enojado.
-Te dije que toques antes de entrar, Ming.- dijo enojado.
-No soy Ming.- le dije. Él levantó sus ojos, y sonrió.
-Hijo, pensé que no vendrías.- y sonaba aliviado.
-Te dije que lo haría.
-Lo sé.- dijo y volvió a sonreír. Me senté en la silla frente a él, y segundos después Ming tocó.
-S-Señor, lo siento... éste joven... - comenzó, pero luego se calló. Supongo que notó la familiaridad o quizás el parecido entre nosotros.
-Ming, él es mi nieto, Vincent.- nos presentó. Yo asentí.- Trabajará de ahora en adelante aquí.
-Sí, señor.- dijo ella, y se fue.
-¿Y bien? ¿Qué es lo que sucede?- pregunté. Voltaire me pasó los documentos que leía, que eran más que nada una gráfica de las pérdidas de la empresa en el último año, y cómo la compañía árabe subía con cada pérdida nuestra. Ver el nombre de Darkar Entreprises me molestó demasiado; malditos arenosos, de verdad los odiaba.
-Y siguen cayendo con cada acción que los Darkar compran.- me dijo.
-¿No crees que es muy raro que la compañía caiga tanto?- dejé los papeles en el escritorio.- Me parece que no has estado haciendo tu tarea bien, Voltaire.
-¿Qué quieres decir? ¿Que alguien está soltando información?
-Posiblemente.- y me rasqué la barbilla.- Se me hace muy extraño que las cosas vayan tan mal; estas gráficas nos hacen quedar como unos imbéciles mundialmente, Voltaire, y no creo que alguien quiera comprar nuestras acciones si seguimos así.
-¿Qué sugieres? Ya hemos intentado de todo, y nada funciona.- bufó.- Y a este paso, Kahil Darkar comprará la compañía.- Kahil Darkar era el dueño de Darkar Enterprises. Hijo de un jefe árabe y una verdadera princesa, el hombre ganaba millones con solo existir; su legado comprendía seis hermosas doncellas como herederas, de las cuales una era nuestra vicepresidenta, y un solo varón, hijo ilegítimo de su matrimonio. Pavel Darkar, heredero a un legado que arrasaría con todo.
-Primero... debemos investigar qué está haciendo Kahil para que sus acciones suban de esa manera, podríamos...
-Ni siquiera pienses preguntarle a Sasha.- me interrumpió.- Yo hablé con ella, y dijo que su padre y el bastardo no le quieren dar ninguna información. Menos, porque saben que trabaja para nosotros.
-Mierda.- dije, él asintió.- Bien, subiremos las cotizaciones. Las acciones bajaran un diez por ciento en el mercado, de esa manera, los compradores estarán más interesados. También lanzaremos un comunicado de nuevas acciones a la venta, y los Darkar sabrán que hemos vuelto.- me reí.- Mataremos dos pájaros de un tiro.- Voltaire se rió conmigo.
-Perfecto.- tocó el comunicador de su teléfono.- Ming, comunicame con McLord, Darkar, y el señor Cipriano.- dijo.
-Enseguida.- me quedé mirando hacia el ventanal, perdido. Solo quería volver a poner a Biocorp en la cúspide para volver a mi vida pacífica; realmente no me interesaba para nada quedarme en Moscú, solo quería cumplir con mi deber como miembro de la familia, y después irme lo más lejos posible.
Y mi mente voló hasta Natalie, la dulce y tierna Natalie.
Maldita sea, extrañaba a esa mujer; era una completa inútil, y lo único que sabía hacer era fastidiar mi presencia, pero realmente me importaba, y probablemente ella también sentía lo mismo por mí. A menos que solo le gustara que la llevara de compras a tiendas caras, lo cual me hacía feliz.
Estaba tan sumergido en mis pensamientos, que no noté que alguien más estaba en la oficina.
-Muchas gracias, querida.- dijo amablemente Voltaire, lo cual me sorprendió.
-De nada, enseguida llamó a la señora Darkar.- dijo la mujer, y oh diablos, culo-divino estaba presente. Giré la silla pero solo alcancé a ver su delicioso culo caminar, mientras la falda azul subía más arriba. En todo el día había tenido encuentros con culo-divino, pero en ninguno había visto su rostro, lo cual estaba bien, porque no quería que un rostro feo deformara la impresión que tenía de ella.
Voltaire carraspeó.
-Debería buscarte una oficina, hijo. Te parece... - pero lo interrumpí poniendome de pie.
-No te molestes. No me quedaré aquí como una rata.- caminé a la puerta.- Cualquier cosa que necesites, lo haré pero no encerrado en tus dominios.
-Vincent...
-Me has tenido encerrado demasiado tiempo, Voltaire.- le dije mientras abría la puerta.- Y te dije que si querías volver a estar en la cima, harías lo que yo dijera ésta vez.
-Muchacho arrogante e insolente.- dijo molesto y se levantó.- ¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera?
-Lo hice.- lo reté.
-Intenta entender tu lugar...
-Entiende el tuyo, Voltaire.- le dije.- Sacaré de la mierda tu compañía, pero será a mi manera y cuando eso suceda, me largaré de nuevo, ¿estamos?- no dijo nada, solo me miró con sus cielos furiosos.- Perfecto. Tienes mi número para cualquier cosa.
Y salí de ahí, ignorando por completo a la fila de imbéciles que caminaban a la oficina.
-¿Vincent?- oí que me llamó una mujer, pero me importó una mierda. Solo quería irme de ahí.

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