Podemos pasar la mayor parte del tiempo llorando, riendo, amando,
decepcionarnos y todo lo demás, pero ciertamente es que no vemos
los pequeños detalles que hacen que la vida tenga significado.
Creemos incluso que Dios tiene un gran libro donde ha marcado
una historia con el destino previsto, y que nada ni nadie lo puede cambiar.
Podemos creer que la vida es injusta, hasta llegar a odiarla,
e incluso que somos los hijos favoritos de Dios,
que la Dama de la Suerte nos ha bendecido, pero no es eso.
La felicidad está en nosotros mismos y nadie más.
Ciertamente, puede haber un enorme libro atado a una ruecas,
y cada decisión que tomamos, hila una nueva expectativa en la vida,
pero puede ser solo una idea o un mito, no se sabe.
Somos dueños completos de nuestros actos;
no hay culpable de una mala decisión, que uno mismo.
Si buscamos la felicidad, jamás aparecerá, no es un billete de lotería
ni un anciano amable regalando dinero, no,
la felicidad está en nosotros desde el momento en que abrimos los ojos por primera vez
y vemos ese rostro sonriente mirando con alegría y devoción;
la suerte es nuestro propio destino y nuestro destino es nuestra misma suerte.
La Dama de la Suerte, se llama perseverancia y felicidad.
No hay más.
No hay más.
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