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Madre primeriza y escritora, con muy poco tiempo libre pero que le gustan las manualidades.

martes, 19 de agosto de 2014

Efecto colateral.

No se puede luchar contra los sentimientos, ni el amor. 
Son poderosos;
te elevan al cielo con cualquier mínimo detalle, te hacen desear de manera sobrehumana ser amado, te llevan incluso a cometer actos que jamás pensaste hacer y de los cuales nunca te arrepentirás... pero de la misma manera que tocas el nirvana, también bajas al infierno cuando todo se termina.
Y te sientas en el suelo, esperando a que el dolor pase, te propones olvidar pero el recuerdo sigue ahí y llegas a un punto en el que no sabes si el recuerdo te hace bien o te hace mal, es como un dilema: si te decides a avanzar, una parte de ti se sentirá incompleta y miserable al darse cuenta de que su otra mitad se fue de un día para otro y te recordará todos los días de tu vida que era feliz, que no importaba si dolía, tú debías luchar. Mientras que la otra parte, si decides quedarte estancada en el dolor, te recordará a cada momento la felicidad que tenías, te hará sentir la ausencia, te hará llorar sangre e incluso te hará lastimarte a ti misma para olvidar.
El amor puede ser bueno y malo a la vez, pero sólo una cosa define el desenlace: la muerte.
El amor llega hasta donde uno lo permite, pero en sí la sensación nunca se va; estamos destinados a amar desde que un átomo se preguntó si allá afuera había alguien con quién compartir la eternidad.
Y luego se dio cuenta... de que iba a estar condenado a vagar buscando el amor desde que se preguntó eso...
¿Es engañoso el amor? ¿Duele? ¿Hace sufrir? No, sólo es el efecto colateral, el daño que ese átomo se preguntó si podía haber algo más que soledad.

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