Sobe una chica:

Mi foto
Tamaulipas, Mexico
Madre primeriza y escritora, con muy poco tiempo libre pero que le gustan las manualidades.

domingo, 31 de agosto de 2014

Verde veneno

Nunca te ha pasado como que hay cierto color que familiarizas con la felicidad?
Recuerdo que mi color favorito siempre fue el color verde esmeralda; cuando era niña, había un inmenso cerro que crecía a minutos de mi colonia. Era tan extenso, tan verde, tan lleno de vida; era precioso. Recuerdo que solía ir allí encantada de aquel magnífico lugar, podía oír todos los sonidos a mi alrededor, a la naturaleza en su verdadero estado, los animales siendo ellos, la tierra casi siempre húmeda bajo mis pies, el sonido de aquel río correr con la corriente y desembocando en un pozo donde todos los niños de mi colonia jugaban. Recuerdo que juntaba todos los diferentes tipos de hojas que encontraba en mi camino, desde el río hasta el pozo, tenía un cuaderno donde las guardaba todas y luego iba con mi abuelo, preguntaba sus nombres y lo anotaba junto a la hoja. Amaba demasiado el color verde; sentía que era vida, que me llenaba de energía.
... perdí el hilo de la escritura, realmente no recuerdo sobre qué hablaba, pero si me permito tener en mente, era sobre mi fascinación por el color en cuestión, no es difícil de comprender por qué de pronto sólo fijaba mi atención en personas con ese color, y tampoco es difícil asimilar que estaba enamorada de ti por tu simple color de ojos; y es que realmente eran llamativos. Siempre mirándome por debajo de esas pestañas oscuras, siempre coqueto y atento, incluso cuando estabas molesto, no me asustaba para nada el veneno que desprendías de ellos, por el contrario, rogaba por ser víctima de el. Y qué decir cuando estabas feliz y esas arrugas aparecían en las comisuras de tus labios y los ojos, y después de un orgasmo, cuando apretabas con fuerza mis manos, echabas la cabeza hacia atrás y después me mirabas, sediento aunque satisfecho, con esa media sonrisa que se apagaba después que entrabas y salías, y el sudor siempre corriendo por tu sien.
Amaba tanto observarte, no era ni siquiera porque tuvieras un color de piel bonito, o porque tus mejillas siempre estuvieran rojas, tampoco era porque después de amarnos dormitabas lentamente mientras acariciaba tus rizos oscuros, o porque me pedías que contara las pecas en tu cuerpo y si fallaba tenía que besarte, y mucho menos porque mirabas nuestras manos unidas como si te fuera difícil entender que ahí encajaban bien. Amaba mirarte porque muy a pesar de lo que todo mundo dijera e incluso lo que yo supiera de ti, sabía que eras bueno, solamente roto y que podías amar. Te quería salvar, quería realmente salvarte de todos los demonios de tu pasado, quería que sintieras lo mismo que sentía cuando miraba tus ojos tan verdes como ese cerro que crecía a minutos de mi colonia, quería protegerte como aquel lugar me protegió, quería ser tu nido, tu hogar, tu lugar favorito en el mundo, quería siempre cerrar los ojos y al abrirlos encontrarte mirándome sonriendo como siempre lo hacías, dormir en tus brazos para despertar y oírte tomar tus ropas a toda prisa, quedarme despierta todas mis noches esperando tu despistado "buenas noches", escuchar el chirrido de las llantas estacionarse afuera de mi casa, que olvidaras siempre mis flores favoritas y me regalaras las que tu madre decía, estar incómodos siempre en la sala de mi casa porque no podíamos quitarnos las manos de encima, sonreirle al monitor porque estaba uno del otro lado, sentarnos en esa mesa de aquel café a criticar a todo aquel que pasaba, preguntarnos si esas parejas se amaban tanto como nosotros, si eran intensos en la cama, si peleaban tanto como nosotros, si él solía golpearla y luego rogarle por perdón jurándole que jamás volvería a tocarla para romper luego su promesa, si la obligaba a sonreír o l ignoraba si tenía algún problema porque no sabía cómo lidiar con ello, si los celos lo cegaban y la humillaba en público, si sentía inseguridades y acudía a ella para sentirse mejor porque sabía que no había mejor antídoto para su propio veneno que su sonrisa, que si leía en secreto sus escritos porque decía que su lado poético era lo que lo había enamorado, que si le cantaba cuando estaba triste porque sabía que ella moría por su voz, que si nunca le mentía porque le aterraba perderla, que al no verla se imaginaba siempre lo peor, que soñaba con pasar toda su vida a su lado porque ella lo hacía querer ser mejor persona...
Para él, ella era todo, y para ella él era como ese misterioso cerro que la había acompañado en su niñez; sabían ambos que su relación era tan tóxica como lamer el litio de las baterías, sabían que era dañino pero había una sola cosa que nadie entendía pero ellos sí: él era un volcán en erupción siempre furioso con todo a su alrededor, destruyendo todo a su paso sin querer ni poder detenerse... pero ella era el volcán con la fuerza suficiente para frenarlo. No era amor lo que tenían, quizás nunca lo fue, pero eso, lo que sea que fuera, había sido suficiente para ser felices.
Y mientras tú buscas las respuestas a esa confusión tan latente que se aferra a tu corazón aún después de tanto tiempo, yo sigo soñando con poder llegar a la cima de aquel cerro, ignorando si sigue siendo igual de verde y tranquilizador, pero solamente de una cosa estoy segura: si estuviera al borde del abismo nuevamente y sintiera que me estoy perdiendo de nuevo, bastaría sólo con cerrar los ojos e imaginar tus ojos venenosos. Dicen por ahí que un vivora no puede matarse con su propia ponzoña...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿CÓMO COMENZAR TU JOURNAL?

¡Hola a todos y bienvenidos a mi blog! En el artículo anterior les enseñé ¿Cómo hacer un junk journal? y no morir en el intento paso a ...